Una mañana en la imprenta

Otro día más sin nada que hacer. Debo intentar algo para mejorar mi vida, quizás buscar trabajo, un trabajo a mi altura, algo que merezca la pena y en un lugar donde se me valore.

Me doy una vuelta por el barrio. Por la mañana están los comercios abiertos, aparentemente.

Me llama la atención un gran rótulo. En letras góticas muy grandes pone “INK”. En el escaparate hay diseños muy chulos con motivos tribales, corazones atravesados con flechas y señoritas en diversas posiciones. Es, obviamente, una imprenta.

Una idea brillante explota en mi cabeza. Tarjetas de visita, necesito tarjetas de visita.

Junto a la imprenta hay un bar. No es un local muy fino pero me visualizo sentado en una mesa al fondo diseñando mi tarjeta de visita en una servilleta mientras tomo un café. Me gusta la imagen y la ejecuto pero en vez de café me tomo un gintonic. Bueno, en realidad son cinco. El diseño, aunque original, es bastante ilegible. No importa. Es un diseño de autor. Tarjetas de visita de autor, aquí hay otra idea brillante.

Me dirijo a la imprenta pero resulta que la han movido al local de al lado mientras hago el diseño. Pido disculpas al señor oriental que vende de todo y por fin entro en la imprenta.

Impresionante. Qué gran idea. En la oficina donde reciben a los clientes te tumban en una camilla. Le digo al señor con un gran anillo en la nariz (intuyo que es para colgar los pedidos) que necesito 5.000 copias de mi diseño. Le muestro la servilleta y me mira a los ojos.

—Como mucho hay espacio para 30 copias, me dice mirándome de arriba a abajo.

Le digo que adelante, para empezar está bien, es un plan de negocio más viable y sensato.

El señor se pone a preparar los aparatos para imprimir. Me extraña un poco todo pero qué sabré yo de imprentas. Tarda mucho y me quedo dormido, la noche anterior fue un poco caótica y no llegué a acostarme. Las pastillas que me vendieron para dormir resultaron ser otra cosa pero qué sabré yo de pastillas.

Me despierto. Me vuelvo a dormir. Me dan un tortazo y me despierto. Estoy desnudo y mi cuerpo está completamente tatuado con mi diseño en la servilleta. Me desmayo.

Me dan otro tortazo y me despierto con una factura en la mano. Muchos ceros veo yo ahí.

—No tengo tanto dinero, le digo al señor.

Entra otro señor. Es más viejo pero mucho más grande. Discutimos. Es una discusión en un solo sentido; me grita mucho y yo lloro.

Mi plan fue un éxito. Tengo trabajo. 

El escaparate no es muy grande y la silla un poco incómoda pero se puede dormir bien. La imprenta tiene más clientes ahora. Entran saludándome y son muy amables. Tengo un bar al lado y una tienda oriental donde venden de todo. No se puede pedir más. 

Juan Antonio Guerrero
Juan Antonio Guerrero
Artista visual y maestro liendre.

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