“Taxi Driver” es la historia de un taxista que tras luchar en Vietnam se vuelve un paranoico ultraderechista, y quiere limpiar la ciudad de yonquis, putas, maricones… Es decir, que Vietnam, en un taxista estadounidense, tiene el mismo efecto que la COPE en un taxista español.
Estoy escribiendo una serie sobre un señor que tiene Alzheimer. La voy a llamar “Cómo dejé de conocer a vuestra madre”.
En Bangladesh, el regalo más emocionante que se puede recibir el Día del padre son unas zapatillas Nike, porque para el Día del padre los regalos más bonitos son los que hacen los niños con sus propias manos.
En los 70 Chicho Ibáñez Serrador hizo una película titulada “¿Quién puede matar a un niño?” La llamó así porque por aquel entonces no existían los Gemeliers. Si hubiesen existido no la habría llamado “¿Quién puede matar a un niño?”: la habría llamado “Se puede matar a dos”.
Cada vez hay más gente que le pone a sus perros nombres de persona, y yo no tengo nada en contra, pero lo que sí pediría es un poco de coherencia: es decir, que si a tu perro lo llamas Diego a tu hijo lo llames Goofy.
Y tienes que sacarlos a pasear, y educarlos bien. Decirles “Diego, no muerdas a Goofy”. “Goofy, recoge esa mierda de Diego”.
Me encantan los programas en los que aparecen animales agresivos y maleducados, como por ejemplo “Frank de la jungla”, “El encantador de perros” o “El gato al agua”.
Me jode que la gente repita sin parar que Nueva York es la ciudad que nunca duerme, pero luego nunca digan nada de Medellín, que es la ciudad con la mejor cocaína y el mejor café del mundo. Medellín sí que no duerme nunca. En Medellín la gente va con los ojos como platos, y nadie les reconoce el mérito.
Tengo varios amigos que aspiran a dejar la cocaína, pero yo siempre les digo que como sigan aspirando, nunca la van a dejar.
Las asociaciones de madres contra la droga me parecen admirables, porque es muy necesario que las madres que se drogan se ayuden las unas a las otras.