Treinta pisos por debajo del Kremlin se encuentra la sala del juicio final. Una sala con una gran pantalla en la que se muestra un mapa del mundo. En el centro hay un botón rojo sobre una pequeña plataforma. El botón se ilumina a la vez que emite un sonido de alerta atronador. Pulsarlo significa el lanzamiento de 3.355 cabezas nucleares. A Vladimir Putin le encanta esta sala, para él es: «La sala de la tranquilidad».
Todos lo sabemos: Vladimir Putin no tiene miedo a nada. Y las personas atrevidas, a veces, cometen una estupidez. En este caso, una estupidez que podría llevarnos a un apocalipsis nuclear. Por eso, he desarrollado una lista de improbables pero posibles sucesos.
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Vladimir Putin entra en la sala del juicio final. Pasea alrededor de la sala mientras se frota las manos. Se detiene, mira el botón y pregunta: «¿Para qué es esto?». El Jefe del Estado mayor de la Federación Rusa responde: «Para lo que ya sabe, señor. Se acabó. Final del partido. Hasta mañana, Mari Carmen». Vladimir Putin no entiende nada, arquea una ceja y dice: «Joder, te explicas como el culo. Ya lo averiguo yo por mi cuenta». Pulsa el botón rojo.
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Vladimir Putin entra en la sala del juicio final. Camina por la sala mientras se come un tupper de arroz hervido y pollo a la plancha, acompañado de un batido de proteínas. Una vez termina se tira un eructo y deja el tupper encima de la plataforma. El tupper pulsa el botón rojo.
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Vladimir Putin entra en la sala del juicio final. Viste un abrigo de piel de lobo gigante y un sombrero de astracán. El Jefe del Estado Mayor de la Federación Rusa le explica qué es cada cosa. El esfuerzo mental y el sombrero de astracán provocan que le sude la calva. El sudor se acumula en su frente hasta que el sombrero de astracán resbala y cae encima del pedestal. El sombrero de astracán pulsa el botón rojo.
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Vladimir Putin entra en la sala del juicio final. Se acerca al pedestal y utiliza sus brazos para hacer el pino sobre la pequeña plataforma. Comienza a hacer flexiones de pino. Su cabeza roza el botón en cada repetición. Finalmente, le fallan las fuerzas. Pulsa el botón rojo con la calva.
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Vladimir Putin entra en la sala del juicio final acompañado de Serguei Lavrov, ministro de Exteriores. Ambos visten un polo ajustado, bermudas y zapatillas de deporte. Putin se lamenta: «Este es el único lugar en el que podemos ensayar tranquilos». A continuación, deja unos altavoces bluetooth en el suelo y pulsa play. Suena ‘Kill this love’ del grupo surcoreano Blackpink. Ambos comienzan un baile coreográfico. En un determinado momento, Lavrov se pone en cuclillas y Putin salta sobre él, pero falla en el aterrizaje y cae sobre la plataforma. Pulsa el botón rojo.
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Vladimir Putin entra en la sala del juicio final. Le acompaña todo su equipo y Rasputín, su mascota, un oso siberiano de 550 kilogramos. Mientras contemplan las instalaciones, el oso se lanza encima de Serguei Lavrov, ministro de Exteriores. Estupefacto, el Jefe del Estado Mayor de la Federación Rusa le dice a Putin: «Señor, sin pretender juzgar su forma de actuar, quizás no debería llevar a su oso suelto». Putin contesta: «Tranquilo, no hace nada, solo está jugando». La cabeza de Lavrov pasa por encima de ambos, cae sobre la plataforma y pulsa el botón rojo.
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Se escuchan carcajadas fuera de la sala del juicio final. Vladimir Putin entra en la sala acompañado de Serguei Lavrov, ministro de Exteriores. Ambos van completamente borrachos. Cada uno lleva en su mano un gin&tonic en vaso de tubo. Putin dice entre risas: «¿Qué no hay huevos? Sujétame el cubata, payaso». Putin le da el vaso a Lavrov, se arremanga la camisa y se dispone a pulsar el botón. Lavrov le interrumpe entre carcajadas: «Espera, espera. Ay, qué risa. Estoy llorando. Vale, tú ganas, Vladi. No lo pulses. No quiero pensar que esta es nuestra última juerga. Te quiero, tío». Ambos se miran a los ojos y se unen en un abrazo. Están demasiado borrachos. El abrazo se alarga y, poco a poco, se van inclinando hacia un lado. Finalmente, caen sobre el pedestal. Pulsan el botón rojo.