Crónica cultural de «El anuncio de Campofrío de 2024: El musical»

Tras un anuncio algo soso en 2023 (se esperaba que el comercial, protagonizado por Berto Romero, Íñigo Errejón y Esperanza Aguirre fuera a tener más tirón), la marca apostó esta Navidad por el branded content definitivo, reuniendo sobre el escenario a decenas de famosos, un regalo a los españoles durante seis noches consecutivas de ensueño en el Teatro Lope de Vega de Madrid. Efectivamente, Campofrío ha conseguido romper los trece años consecutivos del musical del Rey León en la cartelera del famoso teatro de Gran Vía, dando un respiro a la mayoría de su elenco, y permitiéndoles sus primeras vacaciones de Navidad desde 2011.

Ahora que ya han pasado las actuaciones, que arrancaron el 25 de diciembre, podemos hablar de lo sucedido en el teatro sin temor a spoilers. Y sí, digo teatro y no sólo escenario, porque es de agradecer a la generosa marca que la performance empezara directamente en el hall del edificio, donde trabajadores repartieron embutido a cambio de conocer las historias de superación más apasionantes de las familias que fueron al espectáculo. Mientras los espectadores tomaban asiento, una tonada al piano ambientaba la estancia. Al apagarse las luces, el fade-out orgánico de las voces de platea comenzaba a mezclase con el crescendo del piano, que arrancaba todas las noches con el himno de la alegría. Al subir el telón, la canción de Beethoven acababa para dar paso al himno de España. No os voy a negar que este humilde cronista tuvo a bien llorar la mayoría de las veces que vio el inicio del musical, a pesar de que el efecto sorpresa de ver a Nacho Cano con un traje blanco al piano de cola sólo puede suceder una vez. Una ensordecedora ovación acompañaba el final de la tarareada canción, dando paso a los dos actores protagonistas.

La sinopsis del espectáculo es bien clara: Leo Harlem, interpretado por Leo Harlem, es el tutor de Carlitos de Cuéntame en la piel de un espectacular Ricardo Gómez, rejuvenecido en tiempo real gracias a la tecnología desarrollada por Alejandro Pérez. Este tutor/fantasma de las navidades futuras ha viajado al pasado, para advertir a un infante Carlos Alcántara de cómo los jóvenes de ahora han perdido la escucha y el respeto que guardaban los adolescentes de la transición.

Son innumerables los momentos que se quedaron marcados en mi mente para siempre, pero destacaré algunas de las escenas que deben ser reseñadas para la posteridad. Por ejemplo, el acto que dio paso al descanso: Antonio Resines entra en la habitación de su hija (interpretada por Rosalía) y le recuerda que esta nochebuena viene el
abuelo a cenar, el cuál perdió en Paracuellos a casi toda su familia y amigos de la protectora de la animales. Rosalía emite bastantes improperios y se tiñe el pelo (muy loable que la cantante se cambiara cada una de las noches de color). Al final, para no discutir y sumido en la tristeza, mientras Rosalía canta «Malamente», Antonio cede y acepta la sugerencia de su hija de sacar la bandera LGTBQ+ de la habitación y ponerla en el salón, pero el as en la manga que se guardaba su madre (Carmen Machi) no lo veíamos venir: usarla de mantel. Al acabar la cena, la bandera está tan sucia que deciden quemarla. Todos se abrazan y bailan alrededor de la bandera ardiendo, y baja el telón con el lema «Quememos nuestras diferencias para iluminar nuestro futuro: Campofrío».

De esta primera parte destacan otros dos números. Reivindicando la comedia femenina, vemos a Florentino Fernández actuando sobre un escenario que recuerda a la Chocita del Loro. En un momento, se baja del escenario, y le acerca el micrófono a una mujer, que sube y hace un discurso super bonito sobre agradecer a los hombres todo el
esfuerzo por dejarles un hueco. Momento demasiado feminazi para este cronista, pero que gustó mucho a mayoría del público.

En otro número, un niño llora porque sus compañeros de colegio no le han invitado a un cumple por heterosexual. Aparece la princesa Leonor (interpretada por Aitana), que le da la mano y lo lleva a Palacio de Zarzuela, con una canción que recuerda que la Casa Real estará siempre para nosotros, mientras agasaja al niño con sandwiches de embutido, cortados en triángulo. Un espectador se levantó indignado en este momento y gritó «todo esto lo han copiado de un grupo de Telegram», en fin, la generación de cristal.

La segunda parte del espectáculo comenzó con un arriesgado número: la calma de ver a Ana Iris Simón relatando una de sus columnas, se rompe al aparecer una mujer parturienta, andando con dificultades apoyada en su marido. Desesperados, buscan un hospital para parir, pero en todos los establecimientos se lee «abortódromo», engalanados con grafitis de «Viva Irene Montero». Entonces, una espectacular Isabel Díaz Ayuso irrumpe en escena con un caballo blanco tirando un carro, sube a la pareja, y se la lleva a una clínica Quirón, donde la mujer da a luz, arropando al niño con una loncha gigante de pechuga de pavo. Aquí es donde se nota el nivel de detalle de la producción, pues fui testigo de hasta seis partos diferentes (por cuestiones biologísticas, cada noche interpretaba este papel una actriz diferente). IDA no abandona el escenario, pues vuelve a entrar Nacho Cano, que junto a Hombres G, interpretan la canción que el gobierno intentó prohibir en 2022. Mientras tanto, vemos el único momento en el que se habló de política en el escenario: Una IDA tranquila y con mesura, le arranca la cabeza al actor que interpreta a Alberto Garzón (una vez más, cuestiones biologísticas provocaron que cada noche muriera un actor diferente), mientras este personaje intentaba registrar la ley que ilegalizaba el consumo y venta de carne. Este escritor no quiere dejar pasar que una de las noches la Presidenta no pudo actuar por cuestiones de agenda, pero fue sustituida por una espectacular Pilar de Francisco.

El estadounidense Dave Chappelle (el cuál aprendió castellano para su papel el año pasado en Torrente 6), protagonizó la canción más celebrada de toda la noche. El escenario cambió a una catedral, y el Padre Apeles escuchaba a Dave atentamente, confesando este que se había convertido al veganismo tras ver un documental manipulado en Netflix. En ese momento, aparece Nathy Peluso en un vestido de fuets, arrancando la canción «Yo era ateo, pero ahora cerdo», y tras bailar con Chappelle, una lluvia de trocitos de fuets inundó el patio de butacas. Todo un detalle, la verdad.

Tras este número, Carlitos le cuenta a Leo Harlem que no entiende lo perdida que está la gente en el siglo XXI, y espera que al menos, todos los que han presenciado el espectáculo esa noche, aprendan como da igual tu color político, todos los constitucionalistas podemos estar unidos en una y grande mesa en común. Y efectivamente, el número final sucede alrededor de una mesa llena de viandas excelentes de Campofrío, con un medley musical. En primer lugar, Loquillo arranca con «Yo para ser feliz quiero un jamón», dejando la guitarra al final de su parte para ponerse a cortar jamón en un jamonero dorado en el centro del escenario. Después, C Tangana se arranca a cantar «Tú me dejaste de comer» con Niño de Elche, mientras el resto de personajes de la obra alternan dar palmas alrededor de la mesa, con comer embutido. Termina el espectáculo una increíble Marta Sánchez, cantando
el himno de España en dos versiones a dúo con Isabel Díaz Ayuso. En primer lugar, su propuesta de himno, y luego la versión original de la letra, una pieza víctima de la cultura de la cancelación de la II República; finalizando con una gran ovación del público, acompañada de vivas, lores, y arribas a nuestra querida España. Algunos quisieron irse pronto de ahí, pues se pidieron varios taxis desde el respetable.

Este cronista se despide, con la tristeza de saber que no habrá un espectáculo igual en décadas, pues quién sabe hasta dónde llegarán los tentáculos de la censurar progre. Siempre a vuestro servicio, por Una, Grande, y Cárnica,
J.S.I.

Fran J. Díaz
Fran J. Díaz
Manchego en el exilio. Doctor en telecomunicaciones en lo profesional, de vocación bacín gambitero. Dedica parte de su procrastinación a la escritura, el teatro de improvisación, y bailar lindy hop. La última vez que se le vio en un escenario haciendo stand-up, nadie sabía lo que era un pangolín. A pesar de tratarse de un ser esquivo, puede ser atrapado con un plato de croquetas, o usando frases incompletas de Amanece, que no es poco.

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