Reseñas de los baños en los que he tenido diarrea durante mis vacaciones y que no sabría en qué lugar de Tripadvisor publicar

Cualquier persona que me conozca un poco sabe que me encanta viajar. Creo que no hay nada que enaltezca más el espíritu humano que “salir fuera” y “desconectar” de la propia vida. Estos últimos días he tenido la oportunidad de explorar esta “dispersión por el mundo” de una manera algo más intensa y he combinado mis dos aficiones favoritas a la vez: estar en Francia y tener diarrea.

Hôtel Le Roncevaux, Pau, Francia

Empecemos por el suelo: olvídate de las aburridas racholas que imitan el mármol; lo que hay en el suelo de este baño es un conglomerado de piedras de río pulidas y recubiertas de alguna pasta transparente que aporta un toque informal y como de fondo de río a la experiencia de apretarse los puños y retorcerse de dolor.

Las reducidas dimensiones de la habitación han obligado al arquitecto de la misma a recurrir a un ingenioso truco conocido como “puerta corredera” que permite ahorrar un montón de espacio pero que, en caso de diarrea, supone una importante desventaja respecto a las puertas tradicionales. Si el escándalo producido por mi actividad gástrica (gruñidos, exclamaciones, el contacto del agua con el agua, etc) no era suficiente, los de la habitación contigua probablemente apreciaron escuchar un mínimo de 29 veces entre las 2 y las 7 am las ruedas de la puerta circulando a una velocidad que no fue contemplada en su diseño.

El espejo quedaba a la altura de los ojos pero a un lado, no enfrente del retrete, lo que siempre es de agradecer porque convierte el hecho de mirarte a los ojos mientras te golpeas las rodillas con los puños en algo opcional.

Repetí la visita unas ocho veces en 5 horas. La sensación de que iba a morir como Elvis (en el baño de un hotel) fue agradable en cierta manera y aportó un toque de distinción a la experiencia.

No se le puede poner una puntuación máxima por la escasez de papel higiénico, que hubo que racionar, y la puerta corredera, que casi hago descarrilar en más de una ocasión y que de no ser por mi empeño en hacer otras cosas (caca) habría arrancado de su eje con gusto y sujetado sobre mi cabeza profiriendo un grito triunfal.

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Gasolinera

Aquí no llegué a hacer caca y sólo lo intenté, pero llegué a sentarme en la taza con la piel desnuda sin sentir ningún tipo de reparo o repugnancia. Higiene impecable. Mucho papel, pero no puedo valorarlo porque la tormenta de culo no llegó a tener lugar y todo quedó en unos temblores húmedos que no pasaron a mayores.

Sin valoración.


Camping libre

Está en medio de la nada y Para ser un camping libre y, por lo tanto, un baño al que podría tener acceso cualquier persona (incluidos vagabundos agresivos o yo mismo) su higiene era notable aunque inferior a la del hotel o la gasolinera. Ciertamente unas condiciones poco óptimas pero adecuadas al entorno (rural e informal) y que cubre las necesidades de hasta el más elegante de los anos.

El baño recibió la sopa marrón con la profesionalidad que se esperaba de él. Pese a la poca calidez del lugar, mi actitud fue bastante doméstica y me hice al espacio en poco tiempo. Olor a pino. Había mucho para leer pero estaba todo en francés. El cubículo de al lado fue ocupado por un señor que cagó ruidosamente y luego se puso a susurrar cosas en francés, como si rezara.

★ ★


Bar extraño de carretera

Secador de manos de esos de los aeropuertos que parecen como del futuro, que garantizan frescor y un ruido como de motores militares aunque su furia disemina los gérmenes por todas partes incluido tu propio rostro. Había un móvil cargando en la repisa, lo que no juega ningún papel en el cagar pero aporta cierto toque de estar en familia que, a la postre, puede convertir el proceso en algo relajante.

La puerta se abría fácilmente y todo el mecanismo funcionaba con suavidad, no era necesario sacudir la pequeña manecilla de hierro de la cerradura para conseguir que el pestillo se cerrara. La limpieza era impecable, lo que propicia que no se tarde más de 5 segundos en permitir que los crujidos internos salgan al mundo. Satisfactoria sensación de que ya no queda más diarrea en el cuerpo y que el proceso ha llegado a su fin.

★ ★ ★


La cima de la Gran Duna de Pilat

En la costa suroeste de Francia, cerca de Burdeos, hay una pequeña zona donde el mar ha levantado una inmensa montaña de arena. Visto desde el espacio tiene la apariencia de un monstruoso arenero para gatos. Al parecer, ese banco de arena es el producto de un accidente geológico submarino que ha provocado que el océano empiece a vomitar grandes cantidades de una arena blanca y finísima que da gusto pisar de lo nueva que está.

Sólo hace cien años que esta indigestión oceánica tuvo lugar así que la montaña de arena no sólo está engullendo los árboles que hay cerca de la línea marítima sino que se alza majestuosamente como una pirámide natural. En parte esa altura no sólo se debe a la rapidez con la que la arena está siendo depositada sino que hace un siglo, en un intento por detener algo imparable plantaron varias líneas de árboles pensando que así el hombre podría detener lo que es inevitable. La arena avanza inexorable tres metros al año, tragándose los árboles y asfixiándolos. El espectáculo hace entender de un vistazo la pequeñez del hombre ante un proceso natural que parece caprichoso y divino. Por ese motivo, cuando tras subir las 100 escaleras que llevan hasta la cima un chispazo interior hace entender que hay más diarrea en el interior del cuerpo la noticia se recibe con estoicismo. Sólo hace falta mirar los brazos de los árboles secos que parece que pidan ayuda para entender que es inútil resistirse ante lo que es un desastre imparable.

La duna, que está en pendiente, hace que la diarrea baje colina abajo con bastante velocidad y al cabo de tres metros haya sido ya completamente absorbida por la arena sedienta.

En un entorno así es fácil entender que el hombre es sólo una mota insignificante pisoteada con indiferencia por una fuerza superior (la duna y la caca).

Pese al conocimiento profundo de la naturaleza que propicia cagar en la cima de una monumental montaña de arena, no puedo valorarla positivamente por dos motivos. El primero es que no hay paredes y que resulta imposible huir hacia ningún lugar por lo que más vale dar rienda suelta a la diarrea justo donde se recibe, sin resistencia. El segundo es que hay muchas familias de turistas alrededor, gritando, insultando y señalando con el dedo. La arena tampoco resulta agradable como papel higiénico.

★ ★


El Dacia Logan de mi amiga Vanesa

Poca ventilación. Buena música y asientos cómodos. Insoportables los gritos e improperios de mi amiga Vanessa recordándome que el coche no es suyo y que es de su padre. Incomprensible decisión de volver a Barcelona. Interminable camino de 8 horas sin paradas.


Mi camiseta de Iron Maiden – The Killers

No parece destinada a recibir las descargas divinas de mi ano y sin embargo así fue. Un sólo uso.


Mi calle

Casi.

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Mi casa

Todo bien. Ya está.

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Espero que con estas reseñas haya dado una buena panorámica de los baños que he conocido en las últimas 72 horas. ¡Y recordad, viajeros: se hace camino al andar!

Kike García
Kike Garcíahttp://www.elmundotoday.com
Kike García (Motilla del Palancar, 1957) és un dels creadors de El Mundo Today, on escriu articles, i col·labora en mitjans com El País i Cadena Ser. Ha publicat dos llibres: Historia, el libro i Constitución Española. Com a còmic té tres discos de comèdia: Live at La Llama Store, Un señor bajito i Lo mejor de Félix el gato. Ha actuat a llocs de prestigi com YouTube i el Festival Cruïlla. És soci de la Llibreria La Llama Store i actual editor de Ratachillona.

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