La baronesa Von Holgenfeing recibe a ¡Hola! en su exclusiva casa marbellí

Maria Catarina Tatiana Helga Angela Von Holgenfeing, conocida entre sus amistades como Caty, y baronesa de Holgenfeing de la Baja Sajonia, la Alta Renania y la Bavaria del Medio, recibe a ¡Hola! en su exclusiva casa marbellí, una vivienda de lujo que ha sido testigo de innumerables noches de fiesta y tertulia con la jet set de medio mundo desde que la baronesa se afincara aquí en 1983. Caty es una mujer coqueta y refinada, de exquisitos gustos, con una educación impecable moldeada desde su juventud en los más elitistas centros académicos de Austria y Suiza.

[Catarina: Me cago en la hostia puta que van a llegar los del embargo y los de la revista a la misma hora, vas a ver. Ay qué dolor y qué vergüenza. Ay Armand, maldito Armand, cómo te aprovechaste de mí con tu labia, tu galantería y tu pene descomunal. Mírame, a punto de ser embargada por culpa de tus “inversiones”, y tú mientras persiguiendo culitos mulatos en Curitiba]

La baronesa, junto a su mayordomo Olatz, nos recibe en la puerta de esta lujosa edificación de estilo protoneocolonial arabesco, luciendo un caftán de vivos colores que realza su figura. Le preguntamos a qué colección pertenece: “es un Saint Laurent, por supuesto”.

-Pero, señora baronesa, lleva la etiqueta por fuera y se lee claramente “Modas Mari Loles”.

-Oh, ja ja ja, claro, para ustedes será una confusión lógica. Es un diseño de Mari Loles Saint Laurent, la hermana de Yves, su maison es menos conocida pero yo siempre he apostado por sus divertidos diseños.

[Catarina: Ay, joder, casi me agarran en ésta. Dios, cómo echo de menos mis batines de Gucci para estar por casa]

La baronesa nos invita a pasar a su recibidor, decorado en mármoles blancos de estilo futurista neogótico, y charlamos con ella sobre su legado familiar.

-Los Von Holgenfeing procedemos de una estirpe que se remonta a Carlomagno y hemos sido siempre dueños de extensas fincas en toda Germania. Hemos tenido la suerte de disfrutar tradicionalmente de una posición relativamente desahogada.

-Pero fue su abuelo Herbert, el afamado maestro pastelero, el que contribuyó con más generosidad a la riqueza de la familia, ¿no es así?

-Sí bueno, es cierto que el abuelito Herbert desarrolló plenamente su instinto comercial y empresarial en los años 40. Eran unos años duros para todos, en realidad, pero él supo endulzarlos con una repostería de su creación, en la que tuvieron una gran acogida los conocidos como ‘reichitos’, unos dulces de mazapán y canela que llevaron mucha alegría al frente y a los pueblos de la castigada Alemania.

-De hecho, fue conocido como “el pastelero de Auschwitz”, ¿no?

-No, no, para nada, eso son habladurías. Él en Auschwitz nunca estuvo. Sólo una vez, en realidad. Durante seis meses. Horneando pasteles. Si eso es un crimen, como se dijo después en Nuremberg…

[Catarina: Puta manía de hablar del abuelo, coño. A ver qué culpa iba a tener él de que los nazis fueran golosos]

-Baronesa, no hemos podido evitar fijarnos en un camión aparcado en la entrada con un rótulo en el que se puede leer “Embargo”, ¿qué nos puede decir de esta circunstancia?

-Oh no, no, qué equivocados están, no dice embargo. Dice “Y sin embargo, se mueve”. Es una empresa de mudanzas que sólo trabaja con clientes de muy alto standing. Estoy enviando algunos de mis muebles a mi residencia en Duisburgo.

[Catarina: Olatz, sé que después de tantos años a mi servicio puedes leerme la mente y escuchar mis pensamientos, así que vete al camión y pinta lo que he dicho aunque sea con rotulador antes de que esta gente se vaya y vuelva a verlo en la puerta]

La baronesa nos guía con su legendaria hospitalidad por la casa y nos permite entrar en su baño personal, uno de los nueve con los que cuenta la vivienda, decorado en tonos tierra siguiendo la moda retrovintage panafricana. Nos interesamos enseguida por sus productos de belleza, que han mantenido a la baronesa con una tersura envidiable.

-Baronesa, vemos en su baño que es usted muy aficionada a los productos Deliplus.

[Catarina: ¡coño! Los llevé al baño que no era, hazte otra vez la sorprendida, Caty]

-Oh, qué indiscreción, ja ja ja. Verán, mi cosmetólogo coreano, el doctor Kai Fan Nook Hai Hai, me prepara sus fórmulas maestras para cuidar mi piel, pero al ser éstas de alto secreto, las disimula en botes de cosmética barata para que unos posibles ladrones no se las lleven si, Dios no lo quiera, mi casa es asaltada. Espero que los ladrones no lean el ¡Hola!, ja ja ja.

[Catarina: coreano de los cojones, no le pagas dos facturas y te manda aquí a los asistentes a llevarse tus cremas, menuda gente]

Tras pasear por sus minimalistas salones (parece como si los operarios de la empresa de mudanzas pretendieran llevarse todos los muebles a Duisburgo), nos detenemos en la cocina de la casa, gustosamente ornamentada siguiendo el estilo nórdico ecléctico, donde no podemos evitar fijarnos en que en la nevera sólo hay una ensalada preparada del Lidl.

-Bueno, es que yo cuido mi figura- nos dice la baronesa-, y mi chef personal, Jean Louis de la Bêchamel, ha tenido que volver a Francia a atender asuntos urgentes en su restaurante, así que me ha dejado una ensalada con la que cubro mis necesidades nutricionales durante una semana.

-Pero baronesa, aquí pone Lidl y está sellada.

[Catarina: cabrones, en todo se fijan, piri birinisi, ñiñiñi]

-Oh, claro, Lidl es su restaurante en Montpellier. Sólo se accede por invitación y con clave secreta. Es de extremo standing, imaginen.

Despedimos a la baronesa en la puerta de su lujosa vivienda, donde coincidimos con un hombre de aspecto serio que se identifica como inspector de Hacienda. La baronesa se lanza a sus brazos con una fogosidad que sorprende en una persona de su posición.

[Catarina: lo que faltaba, el mamonazo de Hacienda. Rápido Caty, apabúllalo con tu feminidad y llévatelo dentro antes de que los de la revista sospechen algo]

-Oh amor mío, llegas pronto- le dice la baronesa al hombre, quien parece confuso y aturdido-, entra en casa, te prepararé un cóctel…

-Señora- replica el inspector-, suélteme, haga el favor, yo vengo por lo del emb…

La baronesa apenas le deja hablar y se lo lleva al interior de la casa, no sin antes confiarnos, en tono picarón, que “esta pantomima del estricto inspector de Hacienda la hacemos siempre, es nuestra más ardiente fantasía sexual”.

[Catarina: váyanse ya, por Dios, e ingrésenme el dinero del reportaje cuanto antes a ver si al menos puedo pagarme un alquiler].

La siguiente semana, ¡Hola! abrió su edición con un titular de impacto: “La baronesa Von Holgenfeing encuentra de nuevo el amor en brazos de un misterioso hombre”.

Lamentablemente, los 15.000 euros del reportaje tuvo que emplearlos Catarina en indemnizar al auxiliar de fotografía de la revista, que fue lanzado también al camión de los embargos junto al resto de las posesiones de la baronesa y permaneció dos semanas en un almacén hasta su rescate.

Ana Belén González
Ana Belén González
Periodista, persona a tiempo completo, jubilada atrapada en el cuerpo de un joven bombonsito.

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