Queridos enemigos: no os conozco ni sé si realmente existís, pero en caso de que así sea quiero dejaros algunas cosas claras.
Presupongo vuestra existencia porque sé que cualquier persona de éxito tiene enemigos, por lo tanto presumo que yo debo tener un montón de enemigos, dado que soy una persona que ha gozado de notable éxito en la mayoría de las metas que se ha propuesto en la vida, como por ejemplo cocinar arroces los domingos, pelar cables etc. Sí, puede que mis metas sean modestas, pero los éxitos han sido rotundos y por tanto es natural que alguien como yo despierte celos.
Vosotros sabéis quien sois y posiblemente paséis vuestras noches mirando fotos mías y diciendo “uuughhh, maldición, cómo odio a Kike”. Pues sabed que yo, aunque no sepa quién sois, también paso mis noches odiándoos a modo preventivo, aunque no pueda poneros rostro ni identificaros.
Admito que me gustaría saber cómo os llamáis pero no para dignificaros o porque os quiera dar mayor importancia, sino simplemente para poder dormirme cada noche recitando la lista de vuestros nombres una y otra vez, recordando que lo mucho que os odio, que estáis ahí fuera y que cada día que seguís con vida es un fracaso personal mío.
Imagino que pasáis vuestros miserables días hablando mal de mí a todo el mundo. Pues bien, quiero que sepáis que yo también voy criticandoos a vosotros. Digo cosas mucho más horribles yo de vosotros que vosotros de mí porque la realidad está de mi parte, dado que vosotros sois mucho más horribles que yo, que apenas tengo defectos. Y diréis “no, imposible que nos critique porque no sabe quiénes somos”. Pues bien, sabed que yo critico con crueldad a todo el mundo, así que tened la certeza de que cualquier cosa mala que digáis de mí, yo la habré dicho de vosotros cien, mil, dosmil millones de veces peor.
Es más, es posible que el origen de vuestra enemistad hacia mi persona sea mi fea costumbre de hablar mal a espaldas de los demás. ¡Pues que sepáis que no me arrepiento de mi fea costumbre!
No sé cuántos sois, pero cuando me ataquéis podré con todos vosotros. ¿Sois cinco? ¿Veinte? ¿Cien? ¿Me atacareis juntos o por separado? No me dais ningún miedo, venid a por mí cuando queráis. ¿Ahora mismo? Estoy listo. ¿Mañana por la tarde? Estaré preparado y con los puños afilados. ¿El jueves? El jueves me va mal porque tengo que ir a la biblioteca, pero el viernes volveré a estar a la defensiva al 100%.
Puede que alguna vez consigáis reducirme pero pensad que incluso si me maniatáis y me ponéis en una cinta transportadora que conduzca hacia una enorme rueda mecánica dentada que claramente va a partirme en dos, incluso en esa situación espantosa, diré frases ingeniosas y realmente ofensivas que ya tengo pensadas y apuntadas en una libreta.
Menudo luchador voy a resultar ser. Un luchador sucio, ademas, porque daré puntapiés y tiraré arena a los ojos y hasta arañaré. Os daré una somanta de campeonato, vaya que sí.
Y si alguna vez os veo colgando de un acantilado, agarrados al borde mismo del risco, debéis ser conscientes de que no os ayudaré. A no ser claro que no os reconozca, lo que es lo más probable, en ese caso sí os ayudaré porque soy una persona amable y con empatía, pero sabed que eso será simplemente porque ignoraré que somos enemigos, aunque lo seamos. En cambio, si estáis colgando del risco y me decís “Kike, ayúdame, pero ten en cuenta que soy tu enemigo”, es muy posible que no os ayude y que de hecho os pise los dedos para que caigáis. Jajaja.
¿Quiénes sois? Insisto en que lo ignoro pero me da igual. ¿Tengo realmente enemigos? No puedo saberlo con certeza pero estoy seguro de que así es. A veces mis amigos me dicen “Kike, no tienes enemigos, son imaginaciones tuyas” y entonces soy consciente de que cualquiera de ellos podría ser también un enemigo en secreto.
No voy a rendirme jamás y voy a seguir haciendo las mismas cosas que llevo haciendo todo este tiempo y que vosotros odiáis, como por ejemplo silbar o beber agua fría de la nevera mientras tengo la puerta abierta y dejo que todo el fresquito se escape.
A lo mejor a veces estoy dando de comer a los patos del parque y pienso “aghhh, maldición, cómo odio a mis enemigos” pero eso no impide que pueda seguir haciendo mi vida, pues vuestra existencia no determina mi rutina. Sigo dando de comer a los patos diariamente (aunque a veces camine mirando a los lados o girándome de golpe por si alguno de vosotros me está siguiendo).
He de reconocer que, de alguna manera, me reconforta saber que estáis ahí. Vuestra existencia me proporciona sosiego cuando me sucede algo imprevisto que me fastidia como el final de las vacaciones, o una crisis económica o una pandemia mundial. “Mmm, tengo que volver al trabajo, pero también tienen que hacerlo mis enemigos, que se fastidien”, me digo cuando acontecen estas hecatombes.
O si los tomates van muy caros pienso: “¡Yo me fastidiaré pagando los tomates muy caros, pero también lo harán mis enemigos!”.
Cuando hace mucho calor debido al cambio climático y lo estoy pasando realmente mal, me consuelo pensando que vosotros también lo estáis pasando tan mal como yo (en ropa interior en el sofá y comiendo embutido directamente del paquete porque da pereza cocinar) y que cuando la Tierra finalmente colapse, también lo hará para vosotros y sí, encuentro algo de paz en ello. Tal es mi bilis y rencor hacia vosotros.
Lo cierto es que aunque no sepa quienes sois y no os pueda poner rostro, lamento que hayamos llegado a esta situación. En el fondo de mi corazón creo que es posible que, ahora o en el futuro, podamos llegar a entendernos. Al fin y al cabo, tenemos un elemento en común: nuestro odio mutuo. Y nuestra vehemencia en el mismo muestra que vosotros y yo somos igual de apasionados.
Realmente… ¿sería tan difícil hacernos amigos? Sé que esto ahora mismo parece una posibilidad remota, especialmente para vosotros que os considerais mis enemigos y que trabajáis para hundirme y que habéis hecho de la inquina hacia mi persona un modo de vida. Pero yo tengo esperanzas de que no sea así. Pongamos fin a esta guerra absurda ahora mismo.
Lo que os propongo, y ese es el motivo por el que me he decidido a escribir estas palabras, es que firmemos la paz. En serio. ¿Por qué seguir enemistados?
De hecho os he preparado este bizcocho de la paz y la amistad. ¡Está buenísimo! He estado preparándolo toda la tarde y me ha quedado delicioso. Aunque su aspecto pueda parecer sospechoso, huela raro y sobresalgan algunos clavos de su superficie, os aseguro que es cien por cien comestible y que ingerirlo no os va a matar. En serio. De verdad. ¡Es el bizcocho de la paz y la amistad!
De aquí en adelante, para mí será un motivo de alegría ver vuestras repugnantes y ridículas caras. Sueño con un día en el que olvidemos nuestras diferencias y ya nunca más seamos enemigos sino que, muy al contrario, seamos amigos.
Ese día, que espero que llegue pronto, al fin podremos mirarnos a los ojos y reconocernos como iguales. Al echar la vista atrás nos preguntaremos “¿por qué éramos enemigos? ¡Qué tontos fuimos! ¡Recuperemos el tiempo perdido!”. Y quedaremos para comer o para cenar de vez en cuando e incluso pidamos una ensalada para poner en medio de la mesa y compartirla como hermanos mientras contamos chistes y nos damos fraternales palmadas en la espalda. Y justo cuando todos vosotros penséis que nuestra enemistad ha quedado atrás y que por delante tenemos un futuro en común lleno de abrazos y celebraciones, yo cogeré un tenedor y os lo clavaré en el ojo, pues seré consciente de que estáis fingiendo y que toda vuestra presunta amabilidad no era más que una trampa para pillarme desprevenido y acabar conmigo y al final seré yo quien se ha adelantado a vuestra traición.
Tened en cuenta una cosa: puede que seáis mis enemigos, pero yo también soy enemigo vuestro.
Sinceramente,
Vuestro enemigo, Kike.