Dos juegos para amenizar las comidas de Navidad (que detestas) con familiares (que odias) y compañeros de trabajo (que abominas)

En las comidas navideñas, familiares o compañeros de trabajo (que han intentado evitarse todo el año) se ven obligados a reunirse por unas horas en un recinto cerrado. La ingesta de grandes cantidades de alcohol permite superar la tortura o, al menos, no ser tan conscientes del fatal acontecimiento.

En esas reuniones (por lo general, inevitables), surgen momentos de desazón, como cuando la abuela saca el tema de la herencia y lo mucho que quiere al tío Aurelio (cuando el tío Aurelio siempre se ha desentendido de la abuela y el resto de hijas han tenido que vérselas con su fuerte carácter manipulador); o cuando Héctor, de informática, comenta la nueva migración de correo a otro servidor a principios de año.

Con el ánimo de entretener durante esta arraigada tortura y superarla lo más rápido posible, se ofrecen a continuación las reglas básicas de dos juegos:

La habitación del helio

Respirar helio y hablar como un Pitufo es una actividad ya habitual en ferias, cumpleaños y en El hormiguero, pero pocos saben que su exceso provoca desmayos y, en caso de suspenderse por completo el oxígeno, la muerte.

Comprad una bombona de helio y una máscara conectada a una bombona de oxígeno. Sellad todas las rendijas del lugar donde vais a celebrar la comida de Navidad y llenadlo con (al menos) 24 metros cúbicos de helio; seguid bombeando más a medida que avance la velada.

Cuando comiencen los efectos negativos sobre la salud, todo el mundo comenzará a gritar, a insultarse y a pegarse con el fin de ponerse la máscara de oxígeno. Al mismo tiempo, no podréis parar de reír al escuchar vuestras voces agudas, lo cual disminuirá todavía más la reservas de aire en vuestros pulmones.

Encended la grabadora del móvil para así conservar el recuerdo de lo que, sin duda, será una trágica y, al mismo tiempo, divertidísima comida navideña.

La llave oculta

Los participantes preparan la comida en una habitación amueblada pero sin ventanas y cierran la puerta con un fuerte candado. La llave del candado se mezcla con otras en cantidad igual al número de invitados/as, quienes ingerirán (con un chupito de orujo o licor afín) una al azar.

Con la finalidad de crear el ambiente más adecuado y potenciar la diversión, la estancia se adornará con muchas velas, espumillones, abetos de plástico y otras decoraciones altamente inflamables.

Los familiares (o compañeros de trabajo) encerrados solo podrán escapar en el momento en que alguien defeque la llave apropiada, con lo que tendréis por delante muchas horas en las que el grado de alcohol en sangre irá aumentando junto con el número de comentarios inapropiados, las tiranteces y el resurgimiento de odios pasados.

También será mucho más alta la probablidad de que (debido a un empujón violento o a la embriaguez) alguien tropiece o golpee una vela prediéndole fuego a todo.

En los estantes y cajones habrá escondidos laxantes y eméticos para la parte final de la actividad, cuando ya nadie se soporte y haya peligro real de perder la vida.


Estos juegos animan a perdonar errores pasados y a fortalecer los lazos afectivos (aunque sea de forma pasajera), además de incrementar el espíritu de grupo en pos de la supervivencia, proporcionando imborrables anécdotas para futuros reencuentros.

Es muy posible que durante la práctica de alguno de estos juegos haya muerto algún familiar o compañero de trabajo. Pero si tenéis mucha suerte, os habréis muerto vosotros, con lo que (en el descanso de vuestra tumba) os habréis librado para siempre de este tipo de encuentros festivos, totalmente aborrecibles.

Toni Cifuentes
Toni Cifuenteshttps://autotomiarelatos.wordpress.com/
Toni Cifuentes es guía, corrector de textos y escritor (cuando puede o le dejan).

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