Óscar era mi primo mayor, un joven atlético con un carisma mayúsculo. Su razón de ser era ayudar a las personas, por eso trabajó desde que pudo en una ONG de la ciudad. Su bondad y amor hacia los demás, era tal, que donaba la mayor parte de su sueldo a obras de caridad. Le encantaba el arte y siempre que podía te narraba relatos fascinantes de algún cuadro, o de Picasso, que era su pintor favorito.
Pasaba los veranos con él, me llevaba a todos los museos y teatros que podía. Como era tan bueno, conocía a mucha gente y a muchos artistas, así que siempre le invitaban a funciones, inauguraciones o entregas de premios. Aprendí mucho de él, y su pasión por todo lo que amaba me fascinaba.
No era especialmente bromista, siempre llevaba su media sonrisa, pero a decir verdad, nunca lo vi reír, al igual que tampoco estar triste o enfadado. El trágico día, Óscar venía de un campamento con refugiados del Cuerno de Murcia y su media sonrisa parecía estar un pelín más alegre. A todos los presentes nos extrañó y al preguntarle si pasaba algo, nos pidió que escucháramos algo que había aprendido ese fin de semana. Textualmente nos dijo:
“Esto es una señora que tenía un perro que se llamaba Mistetas y un día se perdió y le preguntó a un señor: Disculpe, ¿ha visto usted a Mistetas? Y el señor dijo: -No, pero me gustaría.”
Antes de que pudiéramos decir nada, sonó la cisterna de baño de casa de mi abuela y de un golpe Will Smith mató a mi primo Óscar. Mi primo cayó seco en el suelo con su media sonrisa y el puto Will Smith únicamente dijo:
–The toilet does not work. Goodbye*
Y se marchó…