No tengo carné de conducir ni planeo tenerlo, pero en ocasiones me descubro a mí mismo fantaseando con la posibilidad de ser un miembro activo de la comunidad conductora. Veo esta posibilidad como un camino hacia la auténtica madurez.
Estoy conduciendo.
Soy adulto. Soy muy mayor. Mi vida funciona correctamente.
No, no, no. Vale.
Puedo controlar mi sueño. Mi cuerpo me obedece.
¡No, no, no! Ah, uf.
A ver qué cojones quiere este subnormal ahora… Vale. No.
Cuidado con este.
Si entra una abeja en el coche estamos muertos. Es-ta-mos muer-tos.
Si ahí pone 120 yo voy a 120. Si ahí pone 80 yo voy a 80, es la ley.
Ahí se come bien.
Cuidado con esa prostituta. Vale, vale.
Hay radares por todas partes, los ocultan… Los muy hijos de puta los esconden para trincarte. Pero a mí no me van a pillar. Los veo venir. Huelo los radares. No como un zumbido aquí detrás, en el oído. A mí no me cogerán jamás.
Soy el líder de esta familia.
Tengo una lista de reproducción que es ‘Sweet Home Alabama’ cien veces y eso es lo que quiero oír y si no te gusta te bajas.
¡Nooooooooooo…. Aaaaaaaaahhhhh!
Siri, Siri… Siri… Oye. Oye Siri. Oye. Oye Siri. Oye, cómo se va al Carrefour.
Tengo un martillo en la guantera… En cuanto un tío con mala pinta se acerque a la ventanilla lo saco y le amenazo y luego arranco como un hijo de puta.
El Estado quiere mi dinero. Me roba, me quiere robar. ¿Esas luces es la policía? Ah, no.
Yo soy la ley aquí dentro y el Estado no tiene ningún derecho a inmiscuirse en mis asuntos.
El Partido Popular es el único que construye carreteras buenas.