La vida en Crescent City, California, nunca volvió a ser la misma desde noviembre 1982, pero si hay alguien a quien el encuentro con seres otro planeta le obsequió con múltiples secuelas fue al pequeño Elliott.
La vida de un chaval de barrio que quería jugar con su hermano y sus amigos, y esperaba ansioso las películas de George Lucas, quedó truncada para siempre tras el encontronazo con un extraterrestre que, lejos de ayudar al niño de 9 años, no hizo más que complicarle la vida.
Desde su partida, el expediente policial de Elliott quedaría manchado para siempre por obstrucción de la seguridad nacional. La vigilancia constante del FBI por si E.T. —nombre utilizado por el muchacho— aparecía de nuevo, hizo que cada uno de sus movimientos que fuesen cuestionados por los agentes.
Jamás se colaría en el cine para ver una peli para mayores de 18. Nunca desarrollaría relaciones sanas con otras personas por su miedo al abandono. Tampoco fumaría nunca un porro con sus colegas detrás las gradas del instituto por miedo ser detenido. Y por supuesto, jamás volvería a probar la cerveza de nuevo. ¿Cómo hacerlo sin estar él al otro lado para disfrutarlo?
Es más, ¿cómo volver a montar en una bicicleta sabiendo que jamás volvería a volar?
El olor de Reese´s pieces le provoca aún episodios de aguda tristeza y durante años, se despertaba noche tras noche exclamando “¡Tu casa es esta, desagradecido!” o repitiendo las últimas palabras que le dijo ese ser de otro planeta “Aquí mismo… aquí mismo…”.
Decenas de terapeutas le visitaron los siguientes años sin fortuna alguna. La presión a la que el pequeño se vio sometida se le hizo insoportable. Cargó con el peso sobre sus hombros de un secreto de magnitudes incalculables escondiendo un extraterrestre durante días, se jugó la expulsión del colegio, un coma etílico, la hipotermia, la entrada en un centro de menores y hasta la muerte, por alguien que, en el fondo, lo único que hizo fue curarle una herida en el dedo.
Han pasado 30 años y Elliott espera ahora en la habitación 26 del Orange County Behavioral Health la vuelta de su viejo amigo. Nunca salir a recoger una pizza salió tan caro.