Érase una vez una joven muy bella cuyo nombre era Cenicienta. Cenicienta era huérfana y muy pobre, ya que trabajaba en un gran hotel de Barcelona limpiando habitaciones. Solo tenía como familia a su gobernanta la cual siempre le reñía y no le pagaba las horas extras. Cenicienta apenas tenía amigos ya que nunca salía a Apolo y solo tenía la compañía de dos chicas peruanas que vivían en un agujero del hotel.
Un día sucedió algo inesperado, a Cenicienta le tocó un sorteo de Airhopping en el que había participado vía Instagram. Nada más y nada menos que un viaje a Pamplona en el que podría disfrutar de los San Fermines.
Por un momento Cenicienta se sintió la más afortunada del reino. Pero por desgracia las cosas no serían tan fáciles para ella. La gobernanta del hotel le cambió el turno impidiéndole ir a Pamplona, Cenicienta estaba muy triste y lloró y lloró toda la noche.
Se preguntaba por qué una ciudad de oportunidades la trataba así. De pronto, algo increíble sucedió, su amiga Ada de Badalona, la cual llevaba muchos años sin ver porque ahora vive en Madrid (pagando un alquiler claramente abusivo) apareció.
Ada sacó sus dotes de estilista y con un chasquido de dedos hizo aparecer sobre Cenicienta un vestido de la mejor tienda de 2ª mano de Malasaña.
—Ahora ya puedes ir a Pamplona -le felicitó Ada- pero recuerda que con el “Pobre de mí” el vestido estará pasado de moda y deberás cargar con algo demodé. Además hay algo que debes saber -continuó- fuera hay un Uber que te llevará a Pamplona, pero a las 12 se convertirá en un Blablacar.
Cenicienta no cabía en sí de la felicidad, por fin tenía un fin de semana libre, ni recordaba ya cuáles eran su hobbies sin sentirse culpable por no producir, todo era perfecto.
Cuando Cenicienta llegó se impactó gratamente por el ambiente que allí había, las doncellas exaltadas animadas por mozos a quitarse las partes superiores de sus ropajes, el vino, el jolgorio… Cenicienta bailó y bailó sus ensayadas danzas de TikTok hasta que se percató de que era la hora del final de la fiesta.
—¡No! Son casi las 12, mi vestido va a pasar completamente de moda y mi carruaje se convertirá en un Blablacar, ¡debo irme!
Salió rápidamente de la taberna donde se le cayó uno de sus AirPods, que el mozo con el que había estado perreando toda la noche recogió.
El mozo, para encontrarla, iría probando en todas las mujeres del reino hasta encontrar a una que le faltara el auricular derecho de sus cascos inalámbricos. Así, se armó con su bicicleta y su mochila de una gran compañía de delivery para encontrar a su amada.
Acostumbrado a sus mortales jornadas laborales, no se detuvo en la búsqueda, hasta que se encontró frente a la Apple Store de Plaça Catalunya, y allí observó como una joven con todo el sueldo de varios meses, dudaba entre varios modelos de auriculares. El joven, le ofreció el auricular el cual encajó a la perfección, ¡era ella!
Inmediatamente se fueron juntos al hogar del mozo que compartía con cinco personas más y celebraron su historia de amor con una litrona de cerveza y fueron felices para siempre.