El inspector Asensio y la denuncia de la UNESCO por crear el chiste del abogado

El inspector Asensio entró en la bodega privada de orujo de marihuana con su habitual vestimenta, el uniforme de sargento del ejército Klingon y un pin de la patrulla canina (edición coleccionista de 1936) en la solapa derecha. Al entrar se percató de que el señor Gutiérrez era el creador del chiste del abogado, su cara estaba húmeda, pero no de sudor, ni de meados de perros, ni siquiera de escupitajos de monos de laboratorio. Eran lágrimas, cómo las de alguien que sabe que ha creado uno de los chistes más famosos de la historia y no se ha podido lucrar por ello.

—Señor Gutiérrez, ¿Qué ha pasado exactamente con su propiedad intelectual?, pregunto el inspector Asensio mientras hacía product placement de una cerveza Estrella Levante tostada.

—Pues el chiste lo fabriqué en mi taller de chistes. Está debajo de mi cama en un búnker antigatos, allí tengo todas mis herramientas para producir chistes, desde la motosierra hasta la chistera. Recuerdo que mientras elucubraba, estaba escuchando de fondo Talk to My Lawyer de Chuck Brodsky en cilindro de cera, en mi fonógrafo. Su letra me dio la idea, todo el rato pensado, ¿de qué abogado habla? Llegué al punto de enfadarme con la canción, que sonaba en bucle. Gritando al invento de Edison ¡Yo no tengo abogado, no puedo hablar con nadie! Hasta que la rabia por no disponer de representante legal me dio la mejor respuesta: ¿Qué abogado? El que tengo aquí colgado. Fue el 2º día más feliz de mi vida, solo superado por aquel en el que pedí una docena de churros y me dieron 13. Esa tarde fui al bar de la esquina para estrenar el chiste. Todo el mundo se descojonaba y varios tuvieron que ir al hospital para que les trasplantaran cojones nuevos. Hoy me ha llegado esta denuncia de la UNESCO acusándome de crear patrimonio inmaterial en formato de greguería que ofende los sentimientos de un grupo desfavorecido. Me gustaría que investigase quién me ha denunciado, explicó de forma escueta el señor Gutiérrez.

Asensio observó con detenimiento la denuncia de la UNESCO y le pidió ayuda a su montura para poder descifrar el lenguaje burocrático de la carta. Por suerte el caballo había estudiado derecho en la universidad de Río de Janeiro y tenía el contacto del loro de hombro derecho del presidente de la ONU.

—La denuncia proviene del sindicato de cómicos de la Península Ibérica, sentencio el inspector Asensio mientras reía al recordar el chiste.

¿Cómo lo descubrió el inspector Asensio?

Al revisar el dorso de la carta, descifrar todo el contenido de la carta y traducirlo al español de Colmenar Viejo, España, se dio cuenta de que ponía en el remite una dirección: “C/ Gran Vía, 70, 28013, Madrid”, donde se encuentra la sede de los cómicos de la Península Ibérica. Fue a la choza que tienen como sede, pero una vecina les dijo que el jefe del sindicato, Fran, había muerto de malaria y la denuncia no prosperó.

Marco Tevar
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Marco Tevar (Murcia, 1996) Escritor de textos humorísticos y microrrelatos en su tiempo libre. Ha publicado textos en ratachillona y poesiacompleta.

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