Extractos del recién descubierto diario de Rehegua Veron (también conocido como «Viernes»): crónica de un ermitaño frustrado

15 de diciembre de 1651

Acaban de terminar las celebraciones del yvypóra ro’o y aquí no se va nadie.

El ritual ancestral, viejo como Yvy, para asimilar el valor de los combatientes caídos consumiendo la fuente de su poder y despertar el temor en los corazones de los enemigos huidos, se ha convertido en una fiesta de varios días a la que acuden desde islas cercanas para chuparse los dedos con el estofado de mamá. Me abruman las multitudes.

27 de enero de 1652

Enfrentando la incomprensión de mi familia, he tomado la decisión de abandonar las comodidades de mi aldea para instalarme en la otra ladera de nuestra isla para dedicar mis días a la meditación contemplativa.

29 de septiembre de 1659

La tierra ha recompensado mi tranquila observación del teko porä con una vida placentera: su generosidad cubre todas mis necesidades, y mi progresivo conocimiento de las numerosas plantas medicinales de la isla me ha permitido preparar un emplasto muy eficaz para mi tendinitis recurrente, la única dolencia que de vez en cuando me aflige, fruto de mi voluntario aislamiento.

30 de septiembre de 1659

Un barco esclavista ha embarrancado en el atolón y uno de sus ocupantes se acerca a nado. Por sus torpes movimientos, intuyo que está herido; los tiburones no tardarán en detectarlo.

17 de octubre de 1659

Observo con incredulidad que el esclavista no solo no estaba herido, sino que se ha instalado en una cueva y, por la cantidad de objetos que ha traído del bajel, parece tener intención de montar una tienda de ultramarinos. Pido serenidad a Ivy para tomar mis próximas decisiones con la adecuada templanza.

24 de diciembre de 1659

Dos putos gatos, se había traído el baranda. Me ha costado semanas darles caza antes de que acabaran con todas las crías de capibara. También le tengo echado el ojo al perro, pero este, que parece el más inteligente de los dos, no se separa mucho de su humano ni se adentra en mis dominios.

14 de marzo de 1665

Lechón (lo llamo Lechón por su piel rosácea y su aversión a la limpieza) no ha muerto y no parece adaptarse mal a sus precarias circunstancias. Mi familia, al otro lado de la montaña, no lo ha descubierto pese a los ladridos del perro, los extraños sonidos que emiten los loros que atrapa, los desesperados balidos de las cabras que mantiene cautivas, el estruendo de su escopeta y el humo maloliente de sus fogatas. Es el peor vecino que alguien haya podido tener nunca; siento mucho si suena racista, pero no es por su color de piel o su cultura distinta: es que todas, todas sus costumbres son extremadamente molestas.

6 de diciembre de 1681

Casi cinco lustros ha tardado Lechón en descubrir huellas de mis familiares en una de sus incursiones en la selva; con multitud de aspavientos y exabruptos, ha corrido de nuevo a la playa y ha empezado a fortificar su vivienda y tratar de ocultarla con hojas de palmera. ¿De verdad? ¿De verdad cree que su escandalosa presencia puede haber pasado desapercibida durante una generación completa?

28 de diciembre de 1681

Tras profunda reflexión, he decidido salir al encuentro de Lechón. Mis movimientos pausados y mi aspecto en absoluto amenazante no han impedido que Lechón gritara, intentara dispararme con manos temblorosas y fallara miserablemente, haciendo caer un coco que le ha dado de lleno en el cráneo. Si no se despierta mañana, se lo llevo a mi familia para la fiesta de la hembýva, aun sabiendo de la reticencia de mi madre a la comida extranjera.

29 de diciembre de 1681

Pues se ha despertado. No tiene muy buen aspecto (bueno, peor que el de costumbre) y parece bastante débil, pero ha empleado sus exiguas fuerzas para postrarse de hinojos, humillar la cabeza en el suelo y agarrarme un pie y ponérselo en la cabeza mientras llora con espasmos incontrolables. Un poco de dignidad, hombre. Le ha costado entender que, por ahora, no tengo intención de hacerle daño. Visto de cerca, es bastante gracioso. ¿Me lo quedo o se lo mando a mamá?

12 de diciembre de 1686

Mientras decidía qué hacer con Lechón, han pasado las estaciones. Es agradable contar con la compañía de un ser tan leal y cariñoso. Las tendinitis son cosa del pasado, y me gusta dormirme mientras me lee pasajes de una novela cómica con unas páginas muy finitas, casi transparentes, que lleva consigo a todas partes.

No es la vida que había pensado llevar, pero me place.

María R.C.
María R.C.
Ciertas personas se divierten con mis desventuras.

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