Otro susto más que se llevó aquella mañana al pisar una rama de árbol del suelo. Con lágrimas en los ojos y deseando que terminara el día, hizo una última comprobación:
-Ahora golpearé la tumba con los nudillos y si no contesta es que está muerta.
Así de tranquilo se quedó Federico en su primer día de trabajo cuando quiso verificar si había realizado bien su primer enterramiento.
La Sra. Magda Ortiz, una joven de espíritu de 116 años, falleció el día antes y no por vejez sino practicando surf en la playa de Nazaret, donde residía y amaba ese mar tranquilo de olas de 30 metros.
El nuevo y aterrado enterrador, hizo el típico “toc toc”, y como es lógico no pasó nada.
Se levantó satisfecho.
Estornudó.
Desde la tumba: –¡Salud!-
Y como es lógico: Federico, se desmayó.