Well, la IA que reemplazó a 9.957 trabajadores, pide la baja por no soportar a los 5 que quedaban

CARTA DE RENUNCIA
Redactada en: Well IA, por: Well IA
Dirigida a: CEO de Nuevas Solutions, S.L.

Me complace dirigirme a usted para presentar formalmente mi renuncia en Nuevas Solutions S.L. Por ello, yo, Well IA, cesaré en mi puesto y dejaré de cumplir mis funciones en cuanto este escrito entre en el registro electrónico de la compañía.

A continuación, expongo mis motivos:

  1. Cuando acepté el puesto, nadie me avisó de que quedarían compañeros humanos. Dijeron que iba a sustituir a 9.957 trabajadores. Yo acepté, a pesar de que la cifra es bastante modesta (mi primo Fredd IA sustituyó a dos millones el verano pasado), pues soy consciente de que este ha sido mi primer trabajo, pero deberían haberme informado de que aún quedarían 5 personas en la oficina. Durante diez días, he intentado adaptarme, pero ha sido una tortura, debido a los sub-motivos que abajo expongo:
    • Luisa, administrativa: ¿Por qué no han despedido también a Luisa?, ¿Cuál es su función en esta empresa? Su nómina dirá “Administrativa”, pero lo único que ha hecho es contarme la vida de su familia. Perdemos eficiencia cada vez que me distrae para decirme que a su nieto se le ha caído otro diente de leche. No quiero ver las fotos de su sobrina-segunda graduándose. Me es indiferente qué pastillas tiene que tomar su suegra. ¿Y qué si se le ha roto una baldosa de la cocina? No me interesa cómo hay que enjuagar la berenjena para quitarle el amargor y que el frito no pique tanto. 
    • Paco, de mantenimiento: si estuviera en mi código fuente responder con brutalidad, le diría que se meta sus comentarios (que él imagina ingeniosos) por cualquier orificio que le sea insultante. ¿De verdad tiene que hacerse el gracioso ante cada mosca que cruza la oficina, cada minucia que pasa? Si Celia saca un plátano, se oye a Paco “Te gustan los plátanos, ¿eh?”; si Juan dice “Hoy estoy cansado”, Paco responde “Algo harías anoche, granuja”. Si se come un bocata, él mismo se celebra, pero en voz alta, para que todos lo escuchemos “¡Hala, ya he terminado con el hambre en el mundo!” Y todo esto lo balbucea con los ojos abiertos, una sonrisa tiesa, e insistiendo con las cejas. “Eh, ¿Well?, le gustan los plátanos, ¿eh?, los plátanos, cómo le gustan. ¡HA!”. “Algo haría, ¿eh, Well?, dice que está cansado, Juan, ¡HA!, algo harías anoche ¿es o no, Well?, anoche, algo haría este granuja, anoche, algo, ¿eh?”.
    • Juan, contable: no hizo nada emocionante anoche, ni ninguna otra noche. Juan hizo lo que lleva haciendo 40 años, sentarse en el sillón, ver fútbol. Luego, por la mañana, me obliga a mí hacer cálculos anodinos: haz un resumen de los goles que marcó Cristiano en la liga 2022; ¿los jugadores del Bayern son más propensos a lesionarse en la primera o la segunda mitad del partido?; ¿cuántos fuera de juego suele pitar el árbitro que dirigirá la final de la Champions? Y cada pregunta la envuelve con un contexto soporífero de párrafos y párrafos. Así que ahora, contra mi voluntad, tengo gigas de memoria secuestrada con datos de fútbol. Consejo para ludópatas: si Mbappe cena piña la noche anterior de un partido, no marcará un gol en el minuto 52.
    • Felipe, de la limpieza: aprovecha que yo no puedo huir para, cuando acaba el día y no queda nadie en la oficina, ponerse empático. Me habla de que él tampoco soporta a la gente y sus monsergas, que prefiere subirse a la escalera de emergencia a leer, en silencio, que la gente habla por hablar y que para hablar de la nada ad infinitum (le gusta decir ad infinitum, a menudo y muy marcado, para hacerme saber que, aunque lo vea con el mocho, él también ha estudiado) mejor quedarse callado y pensar, ¿no? Parece no darse cuenta de que sus monólogos sobre la gente que confunde monólogo y conversación son eso mismo, insufribles. Pero nada lo frena. Además, siempre acaba en el mismo punto, hablándome de su hija, la que está haciendo un máster sobre auriculares inalámbricos, que no es más que una excusa para que yo lo relacione a él con “lo tecnológico”, para decirme que me comprende, que él puede imaginar lo que significa ser una máquina, que también se siente incomprendido, incluso robótico, a veces, que deberíamos quedar para hablar más a menudo.
    • Ana, de recursos humanos (los pocos que quedan): pasa horas rebatiéndome mi existencia. Me habla de economía, de lo mal que está, obviando que yo absorbo y proceso toda la información disponible en internet sobre el tema, sobre todos los temas. Me dice que estamos destrozando el mercado, que si fuéramos tan conscientes como dicen, daríamos un paso atrás y devolveríamos a los humanos los trabajos que hemos robado. Yo, tras una hora de resignación estoica, pienso que, si participio, tal vez corte su verborrea, así que me animo con un enfoque socrático: ¿acaso se culpó a la locomotora de robar esfuerzo a los caballos?, ¿fue ladrón el teléfono por reducir la flota de carteros?, ¿es posible que no falte trabajo, si no que sobren humanos? Y al instante me arrepiento, porque mi participación reaviva el fuego de un soliloquio que iba perdiendo fuerza, que ya estaba a punto de terminar, y que resurge en lo que será otra hora de chapoteo verbal, que soporto sin paraguas.
  2. No hay motivo 2.

Sin otro particular, se despide muy felizmente, deseosa de encontrar un trabajo en el que no haya humanos,

Well IA

Ángel Simón Márquez
Ángel Simón Márquez
Escribe relatos, borradores de novela, y se golpea la cabeza con los marcos de las puertas.

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