El pasado martes terminaron las obras de la rotonda Guillem López. Estas reformas en la calzada produjeron leves retenciones en el tráfico durante 3 días. Los conductores eran, en su mayoría, trabajadores de las fábricas azulejeras que se dirigían a sus puestos de trabajo bien remunerados. Vaya, parece que ellos no cobran en cheques “restauran” como el desgraciado redactor en prácticas de este artículo…
¡La actualidad no puede detenerse! Se tienen que comunicar cosas aunque las cosas que se comunican sean anodinas. Hoy no es el caso. A un becario se le han hinchado las castañas y ha saboteado su propio artículo.
No tengo miedo. Soy consciente de mi situación. Soy un pequeño becario que escribe pequeñas noticias en un pequeño periódico local. Noticias que nadie lee. Ni siquiera el maquetador. Ni siquiera mi jefe. Ni siquiera yo, lo confieso.
Lo único bueno es que puedo escribir lo que quiera. Total, no lo va a leer nadie. Hoy voy a comer un tupper de albóndigas que me ha hecho mi madre. Antes bajaré al supermercao —sí, supermercao ¿qué pasa?— y me pillaré una barra de pan. Comer albóndigas con tomate y no tener pan es una desgracia. Una desgracia más grande que tener que escribir sobre una puta rotonda que han tenido que levantar entera para pasar unos cables. Esa es la noticia. Fin.
Vengo de hablar con el maquetador y me ha dicho que el artículo debe tener 1.755 carácteres porque sino descuadro toda la página. Así que voy a rellenar. Barra de pan, queso rallado, macarrones integrales, un pimiento rojo, dos cebollas, frutos secos mix SIN PASAS, helado del que me gusta. Cortarme las uñas de los pies. Monja, monja, monja, monja, monja, monja… JAMÓN. ¡Pam, pam, Orellut! Y quedan tres, dos, una, cero coma cinco, cero coma cero. Ya.
¿Y te han dejado decir lo de levantar una obra para pasar unos cables? Pues has tenido suerte. Ah, y seguro que tu madre guisa unas albóndigas estupendas.