El 20 de junio de 2019 compré el tercer televisor de mi vida adulta. Es una de las peores compras que he hecho en mi vida y ha convertido mi tiempo de ocio en un tormento diario. El aparato funciona muy mal. Tanto que me quejo todo el rato en Twitter y menciono a la marca LG en términos despectivos todo el rato. Esta faceta mía, una ocupación a la que he dedicado muchas energías en el último año, ha arrasado con toda mi personalidad, eclipsando otras facetas de mi actividad profesional. Probablemente muchas personas me conozcan ya como “el loco de LG” o simplemente como “el de la tele”, olvidando cualquier otro logro personal mío que pudiera resultar más interesante o constructivo.
Ahora, tras un año en el que he integrado la protesta a mi modo de vida, cuando una persona se queja de LG en Twitter, es muy probable que un desconocido le ponga en contacto conmigo en tanto que experto. Soy ya una suerte de presidente oficioso de la asociación de víctimas de los televisores de gama media marca LG, cargo que me he ganado a pulso.
Lo cierto es que lo tengo todo anotado porque creo que debo dar testimonio de algo importante.
“¡¡¡Mi error fue hablar con Kevin!!!”.
Esta es la clase de observaciones que he ido registrando en una libreta durante el último año. Páginas y páginas de exabruptos y mayúsculas escritas con desesperación y profusión de palabrotas, subrayados y signos de admiración innecesarios. Las anotaciones que haría un hombre víctima de una maldición mientras farfulla y garabatea sobre un papel lleno de manchas y signos arcanos. Las he pulido y ordenado para ser capaz de comunicar este dolorosa odisea y dar testimonio de ella.
Todo empezó con un televisor Samsung.
Un día antes
El 19 de junio de 2019, tras poco más de dos años funcionando de forma adecuada, el segundo televisor de mi vida adulta, un modelo Samsung de gama media, se apagó para no volver a encenderse, inundando mi casa de silencio y dejándonos a mí y a mi pareja sin saber qué hacer. Enviándonos, en definitiva, a dormir.
Ante una catástrofe así, la primera opción es intentar reparar el aparato en algún tipo de servicio técnico o casa de reparaciones, pero esto habría iniciado sin duda un infierno burocrático que hubiera derivado de forma inmediata en a) viajes en taxi con el televisor a cuestas, b) un desembolso de dinero cercano a la mitad de lo que cuesta comprar un nuevo aparato y c) estar ¿dos? ¿tres semanas? sin televisor en casa. Algo impensable, vaya.
La segunda opción (la estrategia fácil, natural, cómoda y también ecológicamente insostenible) es comprar otro aparato al día siguiente de la hecatombe tras pasar unas horas mirando reseñas en Internet y escogiendo un modelo que parezca adecuado.
Llevo 38 años viviendo en el capitalismo, así que por supuesto sabía que había que hacer esto último y no valoré, por un segundo, que reparar el televisor fuera viable.
Aunque estoy utilizando términos algo apocalípticos, lo cierto es que he vivido algunas épocas sin televisor. Cuando me fui a vivir con Abi estuvimos dos años sin uno porque usábamos un monitor de ordenador muy chulo Packard Bell al que conectaba un ordenador o la videoconsola. Nosotros no necesitábamos más, pero mi padre consideraba que vivir sin tele era prácticamente vivir en la indigencia y que mi casa no se podía considerar un hogar sin una. Por lo tanto, llegó mi cumpleaños me regaló un televisor LG en Media Markt. Recuerdo que fue un día bonito porque. fuimos al centro comercial como una familia, algo que no ha vuelto a repetirse. Compramos un modelo de oferta porque yo no quería que mi padre se gastara demasiado dinero. Lo mejor del día fue que en la entrada de la tienda había una figura enorme de Hulk enrabietado y yo me hice una fotografía divertidísima que avergonzó un poco a mi hermano.
Cinco o seis años y una mudanza después y ya con algo más de dinero, compré mi segundo televisor. En esta ocasión, marca Samsung. Fui a comprarlo con mi hermano el peor día del año: el Black Friday. Le pedí que me acompañara porque era una buena excusa para pasar algo de tiempo juntos (comprar electrodomésticos no es lo que se llama “tiempo de calidad” pero menos es nada) y porque igualmente necesitaba que alguien me ayudara a transportarlo. Me ayudó a escoger un modelo, lo llevamos a casa, lo desempaquetamos y lo instalamos en la pared. Entonces llegó Abi.
Practico poco la masculinidad tradicional, pero he de reconocer que me sentí un poco emasculado cuando mi mujer vio el televisor y no solo no le pareció gigantesco, sino más bien pequeño y me miró con cierto desprecio. Yo responsabilicé a mi hermano del fracaso de haber adquirido algo tan irrisorio y propio de un niño, no del hombre adulto que yo creía ser. Fue él quien me empujó a comprar un televisor más barato del que yo quería. Mi hermano pequeño siempre ha sido un poco espartano en el gastar, así que elegirlo como compañero para una misión que requiere gallardía, arrojo y cierta desmesura fue un error.
Cuando este televisor más bien pequeño y con poco contraste dejó de funcionar pensé que era una buena oportunidad para comprar un televisor del que estar orgullosos como familia. Me documenté. Miré foros. Leí opiniones. Aprendí palabras que no conocía. Escogí un modelo y fuimos a Worten. Y ese fue mi primer error.
El dia 0
Cuando yo era niño, hace treinta años, podías ir a una tienda normal a comprar un televisor. Cuando hablo de “tienda normal” no me refiero a una panadería o a una tienda de botones sino a “Electrodomésticos Pérez” o “Colldeforns”. Colldeforns era una tienda de mi ciudad, Santa Coloma de Gramenet, donde ibas a comprar neveras, flautas, televisores y aparatos de música. Si vives en Santa Coloma y tienes que comprar un cacharro de cierta envegadura podías ir a Colldeforns o bien te veías obligado a ir al centro de la ciudad o a los bazares de la Barceloneta. En esas tiendas (ahora mismo cafeterías y restaurantes para guiris) vendían productos de marcas “casi tan buenas” como las originales o productos de marcas originales con alguna “tara” o que se han “caído del barco”. Cuando yo era niño estas eran las únicas tiendas del mundo conocido (conocido por mí) regentadas por moros. A esas tiendas ibas con la sensación de que eras cómplice de algún delito pero que te estabas ahorrando un dineral porque eras mucho más inteligente que las personas que iban a las tiendas del centro o a Colldeforns.
Pues bien, hoy en día ya nada de eso existe. Ahora si quieres comprar un cacharro electrónico tienes que comprarlo en Amazon o en el Worten o en el Miró.
Particularmente, la opción de mi elección es el Miró. Sus locales tienen esa estética deprimente con muebles de fórnica y los empleados son gente mayor. En general no me gusta la gente mayor pero hay que desconfiar de las tiendas donde solo hay gente joven y estudiantes trabajando. Primero porque sabes que no cobran como es debido y segundo porque a ellos les da igual todo porque están de paso (y además no cobran como es debido, lo que les da la excusa moral y legal para no dar lo mejor de sí mismos). Así que si puedo elegir, voy a Miró. Lo que pasa es que como tiene horario de tienda de provincias a la una y media del mediodía cierran, así que tuve que ir a Worten porque Abi y yo solo tenemos un rato libre al mediodía.
[Worten es una cadena portuguesa de establecimientos dedicada a la venta de electrodomésticos y electrónica perteneciente al grupo portugués Sonae y cuenta con tiendas en Portugal y en España. Su primera tienda se inauguró en 1996 y su CEO se llama Mário Pereira. En España aterrizó a lo bestia comprando los ocho establecimientos que PC City (una cadena británica) tenía en el país. Uno de ellos es al que fui yo. Aparentemente el “gigante portugués de la electrónica” no está pasando por un buen momento. Para el lector que quiera profundizar en el tema aconsejo el artículo de El País “Worten pierde pero no se rinde”.]
Día 0, 14:30
A las 14:30 Fuimos al Worten a pisar su moqueta negra, a dejarnos iluminar por sus neones y a deleitarnos con sus guardias de seguridad, sus mesas de “gamer” y sus maniquíes. Como digo, ocupa un edificio de tres plantas que antes era un PC City, un edificio gris y sin un solo componente humano. La remodelación que hizo Worten es notable porque, para empezar, pone “W O R T E N” en letras grandotas apoyadas en el suelo de manera informal y porque hay moqueta negra por todas partes. Si en PC City solo podías comprar memorias USB, ordenadores y videojuegos en Worten han apostado por “lo humano” y también encontrarás ventiladores, aspiradores inteligentes y batidoras. Ellos saben que la gente no solo consume audiovisual sino que también limpia el polvo, pasa calor y necesita calentar pizzas porque somos personas y las personas no solo consumen píxeles sino que también tienen hambre.
Tan decida es su apuesta por “lo humano” que hay un maniquí en el escaparate. ¿Por qué está ahí? No lo sé, pero juro que tienen un maniquí en la puerta que siempre que es de noche y paso por delante me asusta porque parece que haya una persona encerrada en la tienda. Lo tienen apoyado en los ventanales y lleva casco y ropas modernas. No sé qué puede anunciar un maniquí en una tienda de electrodomésticos. Creo que lo tienen para que te fijes en los patinetes eléctricos porque está subido a uno. Cuando se pasen de moda los patinetes eléctricos quizá lo ponen a planchar o lo sientan en una mesa rodeado de discos duros. No lo sé, prefiero no pensar en ello porque aunque es un objeto inanimado empatizo con él y me pongo triste.
Entramos en el Worten, sorteamos las carcasas de móviles y subimos arriba, donde están los televisores.
“Este es el que he mirado”, digo señalando un modelo que tengo apuntado en el móvil y sin intención alguna de mirar otros. Solo quiero coger la caja de cartón, pagarla e irme. Tal cual, como quien compra unas tuercas o un kilo de manzanas. El capitalismo sencillo.
“¿Os puedo ayudar?”, nos pregunta un esclavo corporativo, en parte por obligación y en parte porque no hay nadie más en la tienda y probablemente está aburrido.
Es un chaval joven y medio guapo. Viste un polo blanco y azul, como el resto de esclavos corporativos de esta cadena en concreto. Si la ropa la lavan ellos, tienen que pagarla o tienen suficientes mudas para trabajar toda la semana o tienen que repetir no entra dentro de los límites de esta investigación pero seguro que es un asunto lleno de irregularidades.
Tras mi negativa el tipo se va y le damos las gracias. Insisto a Abi en que quiero un modelo concreto llamado BLABLABLA98-CÓDIGO-RARO-DE-USO-INTERNO-DE-LG-Y-DECIDIDAMENTE-NO-HUMANO. “¿No es un poco grande? ¿No es un poco pequeño?”. La seguridad que había depositado sobre el modelo elegido se va desmoronando. La alianza entre Abi y yo empieza a romperse. Hay televisores por todos los lados. Hay disparidad en los precios. Televisores en “modo tienda” con fotografías ultradefinidas de montañas y tigres y templos budistas. Todo se ve nítido pero todo se ve distinto. Todo se ve bien.
“¿Y si preguntamos?”. Y Abi preguntó. Nuestra alianza ya estaba herida de muerte.
En general soy hombre de pocos principios pero tengo dos muy concretos que intento cumplir: no preguntar jamás al dependiente de una tienda de electrónica y no contratar jamás los seguros adicionales de las tiendas de electrónica.
Cualquier persona que visite una tienda de electrónica tardará pocos minutos en darse cuenta de que los trabajadores de estas tiendas -la mayoría de los cuales, por cierto, creen que estar ahí es ya trabajar en la La Industria del videojuego, la música, la informática o Apple- son con diferencia la peor gente con la que pasar el tiempo y a la que escuchar. Son mucho peores que un vendedor de enciclopedia de los años setenta. Si estos últimos eran personas a las que genuinamente les gustaba la gente, los anteriores prefieren atenderte de la forma más rápida posible para poder volver a lo que consideran su quehacer principal: estar pendiente de los aparatos. No se les puede culpar por esto ni querría sonar demasiado condescendiente. Primero porque esta valoración es aplicable también a las tiendas de instrumentos musicales, discos, librerías y cómics, así que desde luego no es una actitud única del sector de la electrónica. Y segundo porque sus condiciones laborales no son las mejores y probablemente no les paguen suficientemente bien como para atender a la gente y que de hecho tampoco les paguen lo suficiente como para hacer nada en absoluto que no sea algo normal como simplemente estar ahí o respirar y, más allá de lo que diga su contrato, solo haya autoridad moral para exigirles respetar el horario y marcharse a casa sin agredir (demasiado) a nadie.
Así que salí de la tienda tras comprar un televisor de oferta a la mitad de precio del que yo quería y tras pagar 70 euros por una garantía adicional de dos años porque ya nos había ocurrido una vez que un televisor se estropeara justo cuando han pasado dos años. No fue elección mía pero consentí contratar el puto seguro. Llegados a este punto, Abi ya se había aliado completamente con el esclavo corporativo y ambos querían convencerme para contratar el seguro adicional. Pude haberme negado pero me resultó más fácil acceder y firmar un montón de papeles que no quise leer porque tenía hambre. Apunté mail, teléfono y dirección. Por cierto, desde ese día recibo llamadas de teléfono promocionando mierdas raras.
Antes de cerrar el trato Abi le dijo a Esclavo Corporativo que si el televisor nos salía mal vendría a buscarle y le mataría. Él se rió.*
Lo pagamos. Me hicieron factura. La chica de la caja (que anda por la treintena y no deja de sonreír en todo momento) insiste en que lo mejor que puedo hacer si contrato la garantía adicional es registrarme como cliente, dado que entonces conservarán copia de mi factura y no tendré que preocuparme ni de perderla ni de deteriorarla. Lo hago. Apuntan datos míos OTRA VEZ. Me dan un montón de papeles y salimos de allí arrastrando la caja bajo el sol de verano.
Son las tres de la tarde.
El televisor que compré era marca LG porque hubiera sido de idiotas comprar un televisor Samsung y arriesgarnos a que su esperanza de vida fuera de solo dos años, como acababa de ocurrirme.
Antes de despedirse y tras darnos las gracias por la compra, el esclavo corporativo nos dijo que se llamaba Kevin.
[*NOTA. Quiero dejar claro en este punto todo lo que, más allá de las reflexiones y los recursos literarios como las comparaciones exageradas, todo lo que relato aquí es completamente cierto y riguroso, incluida esta misma frase. La amenaza de muerte no fue pronunciada para ser entendida de forma literal pero sí para dejar claro nuestro compromiso con un proceso de compra-venta que se esperaba que fuera honesto y de igual a igual, entre personas (a saber: el esclavo corporativo y nosotros dos).]
INTERPOLACIÓN SOBRE LOS TELEVISORES ANTERIORES CON LOS QUE COMPARTÍ MI VIDA
En mi familia siempre se nos ha dado mal comprar electrónica. El primer televisor que entró en casa ya estaba allí cuando yo nací. Era una caja blanca pequeñita y en blanco y negro. Luego llegó otro, que no sé de donde salió y más tarde otro más, ahora con más botones para los nuevos canales. Se rompió y usamos en sustitución uno pequeñito marca Elbe (una marca que ya no exise). Luego a este le ocurrió algo y empezó a verse en colores morados y verdes. Estuvimos viendo la tele con colores vanguardistas durante meses o años y un buen día mi padre trajo un mamotreto marrón del trabajo: era un televisor muy antiguo que alguien iba a tirar y mi padre pensó que, por antiguo que fuera, seguro que tenía unos colores más normales que la psicodelia a la que estábamos acostumbrados en casa.
Lo bonito de ese televisor es que tenía un recubrimiento de falsa madera tan típico de los años setenta y que los botones eran “al toque”. Me explico: no había que apretar los botones, sino que con solo rozarlos con la piel ya cambiaban de canal. Aquello no era un mando a distancia pero era mucho mejor. Tenías que estar de pie pero con solo acariciar la superficie de los botones el televisor cambiaba. No recuerdo ni de qué marca era ese cacharro pero seguro que tenia un nombre antiguo como “PanoramaSA” o “Componentes Electrónicos Viuda de López”.
Luego vino el televisor Sony, que compramos en El Corte Inglés, como las familias ricas. Creo que es lo único que los García de la Riva hemos comprado El Corte Inglés en toda la historia de los García de la Riva. Puede ser que comprar en ECI sea normal para ti, pero si eres de Santa Coloma lo normal es considerar ese centro comercial (situado en la misma ciudad de Barcelona y no en un polígono industrial de las afueras) como algo exclusivo para pijos.
Resumiendo: un señor calvo (el funcionario corporativo de la sección de televisores de El Corte Inglés) nos vendió el televisor que él quiso.
Recuerdo que salimos de allí y, ya en el coche, dije “jo, qué bien nos ha engañado ese señor, ¿eh? Muy profesional” y a todos nos hizo mucha gracia.
Ese aparato, que duró muchísimos años (aunque el chasis empezó a agrietarse sin consecuencias), siempre se oyó un poco mal. Y tanto peor se oía cuanto más subías el volumen, lo que empujaba a seguir subiéndolo más y más. Por lo tanto, lo habitual es que en casa retumbara un murmullo atronador indescifrable siempre que el televisor estaba encendido. Es decir, a todas horas.
Así pues, con estos antecedentes, no es sorprendente que a mí no se me dé bien comprar electrónica.
Creo que un consumidor tiene ciertas obligaciones: comprar la mayor calidad que puede permitirse, exigir el mejor precio posible, no dejarse engañar más de una vez y responsabilizarse de su basura. Esto último es importante. Todo lo que compramos es basura y uno quiere generar la menor cantidad de basura posible. Por ese motivo, hay que exigir durabilidad. No sé, hay que comprar bien, eso es ser un consumidor. Y teniendo en cuenta que en la democracia moderna la barrera ciudadano/consumidor es inexistente, hay que tener claro los derechos y deberes de los que compran y de los que venden. A veces me da la sensación de que se da muchísima más importancia a la relación empresa-trabajador que a la relación vendedor-cliente y probablemente sea imposible mejorar una cosa sin la otra. Bueno, mierdas mías.
El televisor no funcionó bien en ningún momento pero la maquinaria publicitaria es tan poderosa que la primera respuesta del consumidor no es “este cacharro falla” sino “no estoy a la altura de mi televisor, no lo he configurado bien, no soy suficientemente listo” e incluso “soy yo el defectuoso”. Y esto es lo que empujó a mi padre a pensar que nuestro televisor comprado en El Corte Inglés se oía mal por culpa de que el sonido rebotaba en las persianas o a que él no tenía buen oído. Jamás culpó aparato. Imagino que esa tendencia autoinculpatoria es lo que hizo que yo tardara varios días en culpar al mío.
Día 1
Estrenamos nuestro nuevo televisor LG viendo tres capítulos de la serie Brooklyn 99.
Día 2
Vemos la película Mandy, una rarísima epopeya demoníaca y un canto de amor al Heavy Metal. Película protagonizada por Nicholas Cage y e nla que el mejor actor de todos los tiempos grita, llora, mata gente y se construye hachas semi-mágicas con notable contundencia. La película transcurre de noche y por lo tanto es bastante oscura (no solo a nivel temático sino también, y esto es lo que nos incumbe, cromático) por lo que el televisor empieza a dar problemas pero culpamos de ellos a la película, al servicio de streaming (Filmin) y, en última instancia, a nuestra propia incapacidad para configurar un televisor correctamente.
Día 3
Juego al videojuego Skyrim y trato de ver la película “Blue Ruin”. Nuestra afición por el cine neo-noir entra en confrontación directa con los acabados de fabricación de LG. Empieza a ser evidente que el televisor funciona mal y que tiene algún tipo de tara.
INTERPOLACIÓN SOBRE LA TARA DEL TELEVISOR 55SK8100PLA* EN CUESTIÓN
La definición de imagen del aparato es la que se espera que sea en nuestros días: altísima. Vivimos en un tiempo paradójico en que consumimos cientos de imágenes diarias a una resolución muy pobre pero cuando llega el momento de ver series o películas exigimos una cantidad de píxeles mayor del que los productos necesitan. No nos empachamos de sobreenfoque. Hemos puesto la definición muy por encima de otros aspectos del prodcuto audiovisual. No sé lo que cobran los foquistas hoy en día pero deberían ser los miembros del equipo de rodaje mejor pagados porque el público no va a perdonar una línea borrosa. ¿La música, la correción de los colores y la mezcla de audio? Aspectos menores al lado de imágenes que deben parecer esculpidas en la pantalla.
Y el televisor en eso no defrauda.
Ahora bien, cuando llegan los colores o la luz es donde empiezan los problemas.
Los televisores modernos tienen un problema con las imágenes con poca luz porque reproducen los colores emitiendo luz, por lo que escondidos en el grosor de una compresa hay unos paneles encargados de emitir esa luz. Cuanto mejor es el televisor, más paneles tiene. No basta con un solo panel, tienes que poner un montón de paneles. ¿Por qué? Pues porque de esa manera el televisor puede ir encendiendo y apagando paneles según la imagen necesite más o menos luz. Así, si en la esquina superior derecha hay un punto de luz (el cartel de neón de un bar al que mira el héroe de la película) se encienden los paneles necesarios para darle viveza a ese detalle. Y si el resto de la imagen está en la penumbra (el héroe de la historia en la quietud de la noche buscando el local en el que se supone que está el malo) esos paneles se apagan. Si en una película hay 25 fotogramas por segundo (el doble en las actuales) esos paneles pueden apagar y encenderse a ese ritmo endiablado. Hasta ahí no hay ningún problema sino todo lo contrario: es admirable que una tecnología de ese calibre sea asequible para la clase media.
Sin emargo, cuando llega el momento de abaratar costes un fabricante como LG, buscando la mayor eficiencia financiera, puede decidir reducir el número de esos paneles de luz. En concreto mi televisor tiene solo ocho paneles verticales. Eso hace que si hay un punto de luz en la esquina superior derecha de la pantalla se ilumine no solo la esquina superior derecha de la pantalla, sino toda la zona derecha de la pantalla, por lo que el resultado es ver una fotografía negra con una franja vertical luminosa extraña atravesando el televisor.
El error es aburrido de explicar pero resulta sencillo de entender una vez se ve. Ver una película oscura (o dicho de otra manera, vercualquier cosa que no sea un programa matinal de Telecinco) genera la ilusión de que hay alguien corriendo y descorriendo cortinas y proyectando unas molestas somras verticales sobre la pantalla.
Tardas tres películas en darte cuenta del error. Tardas diez películas en comprobar que ese error de fabricación no es un fallo tuyo al configurar los parámetros de imagen del televisor.
Tardas solo unas horas más en ver cientos de comentarios en todo Internet y en diversos idiomas de un error semejante. En concreto, hay un vídeo en ruso de un tipo señalando las franjas de luz. ¿Se está quejando? No lo sé, pero dudo que las diferencias culturales puedan provocar que alguien celebre una anomalía semejante.
[*Quiero dejar claro que la tara de diseño a la que me refiero no es de un ejemplar del modelo 55SK8100PLA sino del modelo 55SK8100PLA, es decir, de todos y cada uno de los ejemplares. Por lo tanto, el término ’tara’ es ya de por sí poco adecuado, por lo que parece remitir a defectos accidentales. La definición de ’tara’ de la Real Academia Española es ‘Defecto físico o psíquico, por lo común importante y de carácter hereditario’ y no remite a un desperfecto, sino a una imperfección hereditaria que se replicará en todos los invididuos de la familia; en este caso, televisores modelo 55SK8100PLA.]
Día 4
Fotografío el televisor.
Día 5
Más fotografías. Desánimo general. Primeras consultas a foros.
Día 7: de vuelta a Worten: buscando a Kevin
“No, claro que no, esto no es normal, está defectuoso”.
Esta fue la frase que le dijeron a Abi al volver a la tienda y enseñarles las fotografías. Evidentemente les enseñamos la foografía porque no solo mover un televisor es engorroso, sino que está literalmente atornillado a la pared.
“Tenéis que hablar con el fabricante”. También pronunciaron esta frase, totalmente contraria no solo a la publicidad de Worten sino a la normativa de garantía publicada en 2007.
“No, Kevin no está hoy”.*
[*Kevin no volverá a estar nunca más.]
Día 8: Hablando con LG (parte 1)
Por supuesto tú no puedes hablar con LG* directamente, de tú a tú. Primero tienes que llevar a cabo un pequeño proceso burocrático algo molesto pero pertinente y consistente en darse de alta en una web y adjuntar algunas fotografías donde se aprecie el error. Es comprensible este pequeño periplo porque la vía telefónica no es la óptima para hablar de un defecto de luminosidad que es únicamente visual.
Las fotografías que piden no necesariamente tienen que estar hechas con un dispositivo LG, lo que facilita el proceso.
No puedo reproducir de forma fidedigna la primera conversación que un representante de mi casa tuvo con la marca coreana porque dicho representante no fui yo mismo, sino mi pareja.
Sin embargo puedo reproducir los puntos:
- “Efectivamente esto parece un error. Vamos a consultarlo con uno de nuestros técnicos.”
- “Pues no, hemos hablado con uno de nuestros técnicos y no es un error sino que es normal y entra dentro de los parámetros de LG”
- “Podemos enviar un técnico a revisar el aparato pero si efectivamente el televisor funciona de forma normal y según las fotografías funciona dentro de los parámetros, se le cobrará el desplazamiento”
[*LG o LG Electronics es un fabricante coreano que en pocos años se ha convertido en una de las mayores empresas de electrónica del mundo. Tras el armisticio de la guerra de Corea en 1953, LG fue la primera marca en fabricar radios, lavadoras, televisores, neveras y aparatos de aire acondicionado en el país. Su nombre deriva de la unión de dos empresas Lucky y Goldstar pese a que la publicidad de la marca se empeña en dejar claro que las siglas derivan del eslogan “Life’s Good”.
Es un tipo de empresa conocida como “chaebol”, un modelo empresarial basado en grande conglomerados con presencia en distintos sectores económicos (es decir, que fabrican de todo) típico de Corea del Sur. Son compañías gigantescas pero consideradas negocios familiares y con una jerarquía muy vertical, poco democrática y basada en castas .]
Día 9
Stan & Ollie (2019).
Valhalla Rising (2009). *
Desánimo.
[*En adelante, dejo de reproducir nuestro diario de visionados]
INTERPOLACIÓN: Una semejanza divertida: mi televisor tiene diarrea
Y ahora voy a reproducir la conversación anterior con LG pero modificando lo que ellos consideran que son parámetros “normales” pero cambiando “molesto problema de luminosidad” con “diarrea sin freno”.
- “Efectivamente, el hecho de que su televisor defeque de forma descontrolada no solo no parece normal sino que no cumple con los estándares de calidad de LG. Por lo tanto, dado que entra en el período de garantía, intentaríamos cortar en seco la diarrea de su aparato o bien lo reemplazaríamos por un modelo equivalente o superior que no llenara de heces las paredes, muebles y suelo de su sala de estar. Lamentamos profundamente la fotografía que ha adjuntado donde se ve a todos los personajes de la aclamada serie La casa de papel cubiertos completamente de diarrea y sentimos que esto pueda haber haber afectado la experiencia de esta serie. Vamos a consultarlo con uno de nuestros técnicos a ver lo que se puede hacer. ¿El televisor tiene diarrea también cuando está apagado? ¿No? Pues eso solucionaría la cascada de mierd… Ya, claro, usted tiene que encenderlo de vez en cuando… No sirve de mucho tener un televisor apagado, entiendo.”
- “Los técnicos dicen que la diarrea del televisor es la diarrea que se espera en estos modelos y que, de hecho, han sido diseñados para tener exactamente ese flujo de diarrea. Por lo tanto, corrijo lo anteriormente dicho y le aseguro que la diearrea a la que se refiere es una cantidad de diarrea aceptable para LG. Los ususarios deben acostumbrarse a ese nivel de caca, que tampoco es tanta. Es una caca normal. Todos los televisores modernos tienen diarrea… Entiendo que en la tienda no se aprecie la diarrea pero se les suele abrir el ano cuando llegan a casa, especialmente con las películas de terror, que son más oscuras y por lo tanto provocan más diarrea en los aparatos.”
- “Lo único que podemos hacer ahora es enviarle a uno de nuestros técnicos pero sepa que si acude a su hogar y comprueba que la cantidad de diarrea es la esperable le cobrará el desplazamiento.”
- “Sí, hemos diseñado nuestros aparatos para que tengan diarrea porque creemos que eso los hace mejores, por lo tanto no tiene sentido pedir una reparación por algo que forma parte de la esencia misma del aparato.”
- “La diarrea de nuestros aparatos no es un defecto, es una característica y debería ser celebrada como tal.”
- “Ajá, exacto, el ano casi orgánico y peludo que hay en medio de la pantalla es cosa nuestra. Sí, lo hemos diseñado e instalado nosotros. Alguien pensó que era buena idea ponerlo y no entendemos las quejas, dado que está diseñado así.”
- “Lamentamos que el ano coincida en ocasiones con la boca de los actores de su serie preferida, pero eso es problema de los productores de la serie en cuestión.”
- “Exacto, no solo habrá pagado usted por el televisor con diarrea sino que pagará un poquito más solo para que uno de nuestros trabajadores, a los que hemos dicho que los electrodomésticos con diarrea son una cosa normal y aceptable le diga que, efectivamente, la diarrea en un cacharro de alta tecnología es una cosa normal y aceptable.”
- “No podemos asegurarle que nuestros otros modelos no tengan diarrea.”
Destapando una estafa de dimensiones planetarias
Voy a resumir lo que estoy tratando de decir: puedes exigir la reparación o reemplazo de un producto si efectivamente hay un defecto en el proceso de fabricación. Este escenario es desagradable para cualquier marca, pero hay una manera de evitarlo y es considerando esos errores de fabricación como algo intencionado, de modo que la respuesta no es “efectivamente, esto es un error” sino “el televisor funciona perfectamente porque está diseñado para funcionar tal que así”. Es decir, como si un cocinero, empieza a añadir por defecto un pelo a todas sus sopas para asegurarse de que no le devuelven ninguna, porque la sopa es así, algo que el comensal debe conocer e incluso apreciar.
Y a partir de aquí, con este argumentario, la estrategia es ganar tiempo y agotar al consumidor (yo).
El primer paso para lograr esto es introducir incontables parámetros en la configuración del televisor escondidos de forma perversa en diversos menús, submenús y sub-submenús. Esto hace que el usuario, claramente emocionado con la adquisición de un televisor de última generación y obnuvilado por las posibilidaddes de una libertad sin límites recién adquirida, navegue de forma frenética por el gran esquema de opciones de los modos de imagen. Probará una y otra vez los cientos de combinaciones que hay pensando que existe una en la que su televisor se verá perfectamente. Pero no existe tal combinación.
Y ahora, pidiendo disculpas a la persona que está leyendo esto (de haberla, lo que es bastante dudoso) voy a tener que ponerme algo aburrido y voy a tener que entrar en algo de detalle pero me parece imprescindible para dejar claro hasta qué punto el exceso de opciones parece diseñado para agotar al usuario. Desde luego la marca defenderá, quizá honestamente, que intentan que sus televisores puedean adaptarse a cualquier circunstancia y que el comprador pueda configurar el televisor como se le antoje para asegurarse de que sus productos proporcionan la mayor excelencia posible a nivel de imagen y sonido. Sin embargo, el número de combinaciones resultante de las opciones se contarían a miles y se puede hacer el experimento (yo lo he hecho) de establecer algunos parámetros en su vector máximo y mínimo y comprobar que los cambios en las cualidades de imagen son, en el mejor de los casos, sutiles. Es decir, la libertad para elegir parámetros es casi infinita pero la horquilla de esa libertad es en realidad muy limitada.
Voy allá, estos son los pasos que se debe dar en el mando a distancia para corregir el parámetro que pondría fin al problema de imagen de mi televisor:
El botón (con el icono de engranaje que a día de hoy significa “configurar” de forma ya casi universal pese a que es poco probable que haya un solo engranaje en los dispositivos electrónicos modernos) que abre las opciones despliega los parámetros “modo de imagen”, “relación de aspecto”, “modo de sonido”, “salida de sonido”, “temporizador”, “red” y “toda la configuración”. Todos esos campos no son más que accesos directos y “rápidos” a una configuración de “emergencia” que se hace sobre la marcha mientras uno está viendo una película o un partido de fútbol y necesita (por decir algo) cambiar un tono de color a modo de “emergencia”.
Pero en nuestro caso necesitamos ir más allá activar el modo “experto”, dado que los presets de LG no solucionan las molestas sombras que hay en pantalla. En el modo experto encontraremos el menú “configuración del modo de imagen” donde se puede personalizar la luz de fondo, el contraste, el brillo, la nitidez, el color y el tine. Nótese las sutilísimas diferencias entre color y tinte o entre luz de fondo y brillo.
Ahí aparecen dos sub-submenús interesantes. Uno de ellos es “controles avanzados”, que tiene las siguientes opciones: contraste dinámico, color dinámico, color preferido (??), rango de color, super resolution, gamma. Lo aconsejable es deshabilitarlo todo en la medida de lo posible. Y el otro sub-submenú importante se llama “opciones de imagen”. Y en este sub-submenú encontraremos las opciones “reducción de ruido”, “reducción de ruido MPEG”, “nivel de negro”, “cine real”, “protección de visión al movimiento”, “atenuación local de LED” y “TruMotion”. Lo mismo que antes: hay que deshabilitarlo todo.
Y esto es lo que aconsejarán los propios técnicos de LG por teléfono a fin de tratar de mejorar (inútilmente o confiando en que el efecto placebo funcione) la imagen de tu televisor: deshabilita o minimiza todas las opciones. O dicho de otra manera: anula todas las “mejoras” que tan alegremente aparecen en la publicidad del televisor.
La penúltima opción (atenuación local de LED) es la que me interesa a mí. Esta opción es la que hace que los paneles traseros del televisor estén igual de encendidos o de apagados y no que ora se enciendan unos, ora se enciendan otros. Esto es lo que hay que deshabilitar. Y, sin embargo, una vez deshabilitados, el problema persiste y solo desaparece parcialmente… o no, dado que uno acabará dudando de sus propios sentidos. Los cambios en la imagen son tan sutiles, se notan tan poco, que es difícil saber si lo que ha tocado ha servido efectivamente para algo o no.
Tras estos tres últimos párrafos, que he tratado de resumir al máximo pero aún así resultan farragosos (y probablemente un lector avispado haya decidido saltárselos) queda claro que la falsa libertad y autonomía que proporciona el televisor al usuario se gira rápidamente en contra de este. Si la imagen del televisor es claramente deficiente, el propietario del mismo navegará y navegará y navegará por esos menús creyendo que su televisor no está mal diseñado, sino que simplemente no ha encontrado los parámetros válidos, porque hay muchos y uno no está a la altura de su televisor y no es capaz de hacerlo funcionar con la eficiencia que el televisor precisa. Y así, van pasando los días y la marca y la tienda ganan tiempo. ¿Cuánto tiempo? El primer objetivo es lograr que pasen los quince días reglamentarios a partir de los cuales ya no es posible devolver el producto al establecimiento sino solo exigir una reparación o reemplazo debido a un defecto de fabricación contemplados en la garantía.
Una vez han transcurrido esos primeros quince días, si el cliente cree que el producto es defectuoso (y cabe concebir un escenario de tiempo indefinido en el que cada cierto tiempo el cliente decida adentrarse en ese infierno de menús e ir tocando valores aquí y allá durante años confiando ciegamente en LG) es posible que intente reclamar la garantía. Sin embargo la garantía solo remite a productos de fabricación defectuosa o que no se corresponden «conforme al contrato». Y podemos entender por “contrato” frases publicitarias como “El diseño y la elegancia toman forma”, “pensados para llevar tu experiencia de visionado a un nuevo nivel”. Si bien estas frases parecen vacías de contenido, desde luego puedo entender que mi televisor no ha llevado mi experiencia de visionado a un “nuevo nivel”.
Y aquí va una una pregunta que refleja la naturaleza íntima del asunto de la reclamación: ¿Qué ocurre sin embargo si LG no considera que la fabricación no solo no es defectuosa sino que el defecto (un truco de ahorro que busca la máxima eficiencia financiera) es en realidad una virtud? ¿Qué ocurre si algo que claramente es interpretado por el cliente como una tara es en realidad interpretado por la marca como una mejora no ya inevitable sino incluso deseable? ¿Es posible, no ya conseguir llevar la reclamación a buen término, sino simplemente establecer una línea mínima de comunicación?
Día 21: hablando con LG: parte 2
Vuelvo a utilizar el formulario web de “solución de problemas” y escribo en la casilla de descripción del problema la frase “banding*, ya sabéis lo que es, jeje”. *
Lo hago convencido de que ese término define el problema específico que tengo yo. Más tarde descubro que mi defecto se llama “dimming”. Uno solo puede admitir que que haya tal cantidad de palabras en inglés para describir diversos problemas comunes de los televisores actuales no habla muy bien de la industria.
Una vez se rellena el formulario web uno se olvida del tema y entonces, al cabo de un par de días, LG llama a tu propio teléfono. Mi tono jacarandoso e informal en la descripción del problema no debió ser del agrado del técnico. La conversación se da sin prolegómenos ni músicas de espera, sino que nos lanzamos a hablar del tema directamente. Lo primero que me pregunta es si he visitado el ‘microsite’ donde explican cómo solucionar el problema.
“¡¿Tenéis un microsite para explicar cómo se soluciona lo que es un defecto de fabricación!? Me parece muy gracioso”, dije yo.
Mi respuesta fue entre entusiasta e incrédula. Y he de admitir que aquí perdí el tono frío y profesional de la conversación. No fui agresivo ni maleducado pero probablemente me mostré demasiado humano. Mi emoción no le gustó a la voz que me contestó que “en absoluto” el microsite de la web habla de un defecto de fabricación, sino que se trata de activar el “modo deportes”.
“Yo no he visto deportes en mi vida”, digo.
“No importa, el modo deportes soluciona el problema”.
“¿El problema de fabricación?”.
“No hay ningún prolema de fabricación, sino que es un problema en el visionado de algunos programas”.
Si en la tienda me empujaron a hablar con LG, en LG prácticamente me están sugiriendo hablar con HBO, Netflix y los princiales estudios cinematográficos del mundo, responsables últimos de la mala calidad de imagen de los televisores que fabrican.
Veamos qué dice el microsite sobre el legendario “modo deportes”:
Durante el visionado de deportes como un partido de fútbol, y dependiendo de la señal de TV, y si la imagen tiene un movimiento muy rápido, podrían percibirse levemente franjas o barras verticales.
Para mejorar el visionado de este tipo de contenidos, te recomendamos activar el Modo Deportes. Este modo incrementa la tasa de refresco del equipo, siendo el apropiado para este tipo de emisiones.
Te explicamos a continuación como activar este modo de imagen tanto en el sistema webOS: navega durante cinco horas por los kafkianos menús del aparato, deshabilita todas las opciones, persigue a un mapache, asesínalo, cómete su corazón, entierra los huesos en el jardín y reza a nuestro señor Jesucristo. Al amanecer del quinto día un hombre anónimo se presentará ante mi puerta y me pedirá un plato de sopa. A cambio, me reparará el televisor.
Admito que esta última parte es mía, pero ya se entiende de qué va la idea: LG culpa a “la señal” de un problema provocado por ellos.
No, el “modo deportes” no soluciona el problema con “la experiencia de visionado”, que dista de ser “excelente” o estar a “un nuevo nivel”. No le pude decir todo esto a la voz del teléfono porque no lo pude probar en directo, ya que lleva algo de tiempo.
Cuando superas la adolescencia crees que no tendrás que volver a enfrentarte a adolescentes nunca más y sin embargo cuando llegas a la vida adulta te ves a ti mismo discutiendo cada dos por tres con los jóvenes sin experiencia que las corporaciones sin rostro ponen en su primera línea de defensa. Y ambos, tú como adulto y ellos como niños que repiten directrices, estáis atrapados en la misma situación, fingiendo una convicción, una firmeza y una hostilidad que requiere empeño y energía.
Y es durante esta conversación interminable, en la que he perdido el miedo a parecer un llorón impertinente, que me doy cuenta de que muestro completa deferencia hacia ese adolescente que trabaja para la marca, que le respeto y que le concedo autoridad plena. Y es por eso que le hago caso pertinazmente porque soy consciente de que cualquier queja (natural, humana, fuera de guión) es inútil y que no hay nada que hacer. Llega un momento en el que ambos queremos colgar el teléfono lo antes posible.
Y es ahí donde, de forma clara, se evidencia que no soy un cliente de la marca sino un subordinado a la misma. Soy, además de una fuente de ingresos, su instrumento o herramienta.
Quedamos en que haría fotografías y volvería a utilizar el formulario web (por cuarta vez). Las fotografías que precisan incluyen el error en sí (bastante difícil de fotografiar) más una fotografía de la parte trasera del televisor (lo que conlleva descolgarlo de la pared y que una o dos personas lo aguantan en volandas mientras otra hace una fotografía).
Así que la marca ha ganado unos días más.
El consumidor (yo) vuelve a preguntarse si todo está mereciendo la pena y si no sería más fácil conformarse o, directamente, renunciar al arte audiovisual e interesarse por el teatro o el macramé.
[*GLOSARIO RELEVANTE FACILITADO POR FABRICANTES, VENDEDORES Y AMABLES USUARIOS DE LOS FOROS ESPECIALIZADOS EN ELECTRÓNICA
BANDING: Los televisores de tecnología LED, OLED y QLED (hay diferencias entre las tres pero es un asunto complejo) tienen un problema principal: los colores se reproducen mediante luz. Por lo tanto el aparato necesita que haya una fuente de luz. No hay que ser un lince para deducir que esto da problemas para generar colores oscuros o, directamente, no-luz.
CLOUDING: Manchas blanquecinas y “fugas de luz” en los laterales de la pantalla.
GHOSTING: Nombre alternativo pero más poético, si cabe, para describir el fenómeno anterior.
DIMMING: Literalmente, atenuación. Una tecnología que separa la pantalla en secciones, lo que permite regular la luz en cada una de estas, apagando y encendiendo los leds del panel trasero. ]
Día 24
Con la intención de hablar con él de tú a tú, decido añadir a mi red de Linkedin a Jaime de Jaraiz Lozano, presidente y CEO de LG Electronics España con el objetivo último (y estéril) de enviarle un mensaje directo y transmitirle mi preocupación por la calidad de los productos de su marca.
En su perfil profesional se define a sí mismo de la siguiente manera: Experienced Chief Executive Officer with a demonstrated history of working in the consumer electronics industry. Skilled in Business Development, General Management, Marketing Strategy, People Leadership, Go-to-market Strategy, and Sales Operations. Strong business development professional with an MBA and a PDG : Programa de Dirección General (General Management degree) from IESE Business School – University of Navarra.
Esta última e ineviablemente divertida combinación de palabras (“University of Navarra”) hace saltar las alarmas a cualquier perosna mínimamente informada: la universidad de Navarra es una entidad educativa fundada del Opus Dei. Esto no es un rumor sino que en el menú de su página web aparece el item “Opus Dei” como una característica más de la universidad con total normalidad. El hecho de que el director de LG España no solo sea un aristócrata sino una persona importante del Opus Dei vuelve a situarme a mí (y a otros muchos) no solo como el objetivo de una gran empresa coreana sino también de una secta de fanáticos religiosos fascistas.
En todo caso, no hay pruebas existentes entre un vínculo LG-Opus y Jaime de Jaraiz no es mavarro sino extremeño, hijo de un reconocido pintor del mismo nombre. Practica el tenis y el “karting” con regularidad y de niño quedó tercero en la Copa de España de minimotos. Le gusta desayunar con su equipo para fomentar la comunicación y dice ser un acérrimo defensor de la “LG way”. Tras trece años en el cargo, está orgulloso de haber ayudado a que más de 15 millones de hogares españoles tengan hoy uno o varios televisores LG y “que familias de todo el país puedan disfrutar hoy en día de la tecnología de vanguardia que nuestra compañía se ha comprometido a democratizar”.
Es el único directivo de LG en todo el mundo que no es surcoreano, tal y como se afirma en el artículo “Un extremeño entre la élite coreana” del diario digital Hoy.
Mediados de julio
Jaime de Jaraiz todavía no me ha añadido a su red profesional de Linkedin.
Asumo que mi fotografía de perfil en Linkedin con una marca de agua de istockphotos y que la paródica descripción de mi puesto de trabajo actual (“CEO en Beber a solas en casa mientras miro mi cuenta corriente S.L.”) pueden evitar que un directivo importante esté interesado en conectarse a mi red profesional.
Finales de julio
Abandono la idea de hablar directamente con Jaime de Jaraiz.
2 de agosto
En una pieza publicitaria (donde sortean no sé qué) Worten menciona en Twitter que ser joven es un “estado mental”. Respondo que su servicio posventa también es un estado mental.
Mi réplica tiene 11.000 impresiones.
Aviso a LG España (vía Twitter) de que cuando terminen mis vacaciones me pondré en serio con “este tema” (hacerles mala publicidad con una dedicación propia de un demente) y que solo un televisor nuevo podría evitarlo. No obtengo respuesta.
19 de agosto
LG España publica un tuit anunciando que ha ganado “reconocimiento” en los premios EISA 2019–2020 al obtener “mejor OLED Premium”, “mejor Smart TV” y “mejor barra de sonido Calidad-Precio”.
Alguien (que no soy yo) les responde que eso es porque no han hablado conmigo.
Yo mismo me sumo a su comentario y les digo que, efectivamente, eso es porque no han hablado conmigo.
9700 impresiones.
24 de agosto
Aprovechando el escándalo de la carne mechada*, pregunto a LG vía Twitter si por casualidad ellos fabrican carne mechada. El comentario es evidentemente un chiste y la gracia radica en el hecho de que llevo semanas quejándome de un producto LG. No obtiene respuesta.
2400 impresiones.
[*Una partida de carne defectuosa con la bacteria Listeria Listeria monocytogenes, que se propaga a través de tierra y el agua contaminadas. Sus principales síntomas son dolores musculares, fiebre, rigidez de cuello, vómitos o diarrea, debilidad y confusión. Fue el gran tema informativo de agosto de 2019, un año más sencillo que el actual, 2020.]
Finales de agosto
Vemos la serie Mindhunter. Las sombras se mueven de un lado a otro de la pantalla tan rápido y con tanto aplomo que parece que vayan a salirse del aparato y golpear la pared.
Me preocupa que mi televisor LG piense que soy una persona cruel porque la insultó casi cada noche, algo que no me gusta hacer pero que me resulta inevitable.
De De aquí en adelante se eliminan todos los días en los que no obtengo respuesta y dejo de reproducir las series y películas que he visto en mi televisor pero quiero dejar constancia de que mi decepción con el televisor es diaria y tiene lugar cada noche, antes de ir a dormir, un rato que se supone que está destinado al descanso, la distensión y el ocio)
Septiembre
Grabo con mi teléfono móvil un fragmento de la serie The Handmaids Tale en el que los personajes parecen mirar las sombras de mi televisor con extrañeza e incomodidad, lo que resulta bastante cómico.
Mi amigo Juanra Bonet, una celebridad de la tele, se vuelca en mi campaña y hace RT a todos mis tuits sobre mi televisor.
Octubre
Con motivo del Black Friday contesto con vídeos e imágenes algunos tuits de LG, obteniendo el apoyo de alguna otra persona afectada que parece incluso más enfadada que yo.
Promociono uno de los tuits con una cantidad de 15 euros, obteniendo una cantidad de impresiones que no recuerdo pero que resulta decepcionante. Como vía publicitaria no resulta adecuada a mi mensaje, por lo que en adelante apuesto por el “menudeo”.
Una tarde paseando por El Corte Inglés irrumpo en una conversación ajena y aconsejo a dos señores no comprar un televisor LG. Aunque algo asustados por mi vehemente intromisión, me agradecen los comentarios y aseguran que me harán caso.
Noviembre
En esta etapa termina mi último intercambio de mensajes directos con la marca.
LG – Gracias por escribirnos Kike 😉 Has hablado ya con nuestro servicio técnico entonces, ¿no?
KIKE – Sí, he hablado ya con vuestro servicio técnico pero por teléfono, pero como me sorprende que digan que el televisor funciona correctamente quería una confirmación… Siento las molestias.
KIKE – Hola? Jeje.
KIKE – Espero que esté todo OK
KIKE – Hola.
LG – Hola de nuevo Kike. Otra opción es que contactes con un servicio técnico oficial para que puedan valorar el terminal físicamente. Puedes encontrar el más cercano en este enlace: http://spr.ly/6012EIVU0 ¡Un saludo!
KIKE – Ya, pero es que ocurre una cosa. Por teléfono me comentaron que estás “manchas” son correctas. Y que si venía un técnico a casa y confirmaba que son correctas, querría cobrarme el desplazamiento. Y claro, entiendo que LG puede decidir en cualquier momento que una disfunción es correcta. Por eso quiero una confirmación por escrito, para que la denuncia sea más efectiva. 🙂
LG – Hola de nuevo Kike, esa confirmación sólo puede dártela un servicio técnico oficial. Nosotros somos servicio de atención al cliente. Un saludo.
KIKE – Ah, genial. Gracias, muchachos.
LG – A ti Kike, para lo que necesites aquí estamos. Un saludo.
KIKE – Muchas gracias.
LG – Hola Kike, queremos revisar lo sucedido con detalle. Por favor, para poder contactar con los compañeros, ¿puedes facilitarnos los tus datos personales y los de la consulta que hiciste en su momento? Esperamos tu respuesta. Gracias.
LG – Hola de nuevo Kike, estamos esperando tu respuesta. Un saludo.
A partir de aquí, cuando me quejo en Twitter dicen que están esperando respuesta por mi parte, lo que me sitúa a mí como un trol impertinente, pero es evidente que tirar para adelante esta conversación solo derivará en trabajo y papeleo que será infructuoso porque la única consecuencia es que un señor del servicio técnico venga a mi casa, lo que derivará en una escena en la que ambos ponemos los ojos achinados mirando fíjamente el televisor y él me indique que funciona correctamente e intente cobrarme el desplazamiento, algo que yo en un primer momento me negaré a pagar pero que abonaré a los pocos minutos para evitar una situación de tensión pese a estar yo en una situación ventajosa por a)estar en mi casa y b) tener razón, tanto en un sentido moral como absoluto.
12 de diciembre
Con motivo de mi cumpleaños, mis buenos amigos Ramón y Vane me regalan un cojín personalizado en el que sale mi cara y una camiseta personalizada donde aparecen el logo corporativo de LG. y el texto “LG ENGAÑA, PREGÚNTEME CÓMO” y el
29 de diciembre
El dúo humorístico Pantomima Full publica una pieza en vídeo de brand-content donde publicitan los televisores LG. A los pocos días yo hago un vídeo de similares características donde explico la estafa mundial que está llevando a cabo LG. Obtiene más de 1500 retuits y supera el millón de impresiones.
Febrero de 2020
He empezado a sentir auténtica compasión por el mismo aparato, diseñado pobremente, no hecho para satisfacer ni cumplir correctamente su cometido. Siento que él también es una víctima. He acabado empatizando con el artefacto como un cacharro precario, diseñado de forma imperfecta y destinado no solo a dar un servicio triste y decepcionante sino también a tener una existencia fugaz. La situación es injusta para todo el mundo y uno solo puede preguntarse por qué nos permitimos una situación tan inherentemente ridícula e insostenible.
14 de marzo de 2020
Con motivo de la pandemia mundial de COVID-19, el presidente del Gobierno decreta un excepcional Estado de Alarma que encierra a toda la población en sus casas durante 14 días. Una situación psicológicamente dura y espeluznante para todo el mundo y especialmente para los propietarios de un televisor LG, que no pueden encontrar paz, sosiego o entretenimiento en el entretenimiento audiovisual.
Mayo de 2020
Intento jugar al videojuego Last of Us (la primera entrega) pero su ambientación oscura hacen que no vea a los monstruos, me resulte imposible apuntarles y acabe disparando a masas grises donde intuyo que hay algún movimiento, por lo que muero de forma irremediable cada pocos minutos. No puedo culpar a LG de mi poca pericia a los mandos pero los problemas de visibilidad no ayudan. Se podría decir que esta obra maestra del género ‘survival horror’ logra su objetivo de hacer sentir al jugador (yo) aterrado e indefenso ante una fuerza inhumana y se diría que casi. sobrenatural (la multinacional LG).
Puedo decir que, en lo virtual, he muerto innumerables veces por culpa de mi televisor.
Sobre mi estrategia en Twitter
No soy un influencer ni en términos cuantitativos ni cualitativos. En la cuenta de mi empresa, El Mundo Today, cuento con 1,2 millones de seguidores (de los que calculo que estarán vivos la mitad, más o menos) y las cifras son igualmente altas en Facebook e Instgram. Cualquier tuit publicado en elmundotoday es visto por un mínimo de 100.000 personas, y ese número se multiplica exponencialmente conforme es retuiteado. En el vasto mundo de Internet 100.000 personas no parece mucho pero a veces es interesante llevarlo al mundo real: es el número de gente que cabe en un estadio grande. Si te pusieran a todas esas personas delante de ti y tuvieras que decir unas palabras probablemente te quedarías sin voz y empezarías a preguntarte qué hacer con las manos. Vaya, es bastante gente. Un anunciante (por ejemplo: Worten o LG) está muy interesado en hacer llegar su mensaje (por ejemplo: televisores que llevan la experiencia de visionado a un nuevo nivel) a tantas personas.
Pero mi problema con LG es, como se está viendo dado el esfuerzo que le estoy dedicando, de índole personal. Por lo tanto, mi presencia en Internet es mucho más pequeña que la de mi empresa. No soy especialmente activo en redes sociales y todo mi empeño en crecer en las mismas está bien invertido en la cuenta de mi empresa.
Yo ahora mismo cuento con poco más de 9000 seguidores (de los cuales calculo que estarán vivos la mitad). LG cuenta con 75.000.
Mis tuits contra LG (que no voy a dejar de escribirlos jamás, ni siquiera cuando yo haya renovado el televisor y ya no tenga ningún sentido hacerlo*) cuentan ya con varios cientos de miles de impresiones, alguno con un millón. Por supuesto no son muchas si se compara con una campaña publicitaria convencional para televisión, pero mi mensaje está calando muy fuerte entre una audiencia moderadamente pequeña. Este trabajo de Relaciones Públicas (un tipo de publicidad que se considera más cualitativo, menos promocional y más perdurable en el tiempo) tiene un valor altísimo para una marca como LG. Una marca de este tipo es capaz de cuentificarlo. Dada la naturaleza de mi trabajo, un mensaje como el mío (sencillo, contundente y cargado de contenido dado que procuro hacerlo entretenido para mi audiencia) tiene un valor de mercado muy superior a lo que costaría darme, no ya un televisor nuevo, sino un par de docenas.
Probablemente LG esté pagando una cifra generosa para que una agencia publique tuits periódicamente de la marca. A veces hablan de teléfonos móviles, otras veces hablan de neveras y otras veces publicitan televisores. Mi plan inicial es boicotear estos últimos hasta el punto de que no solo serán completamente inútiles para ellos sino hasta cierto punto contraproducentes. Aún así, tengo que reconocer que solo puedo hacerlo en Twitter, dado que no tengo infraestructura ni ánimos para cubrir otras redes sociales.
¿Qué pretendo con todo esto?
Ahora mismo mis exigencias son las siguientes:
Un reembolso del coste del televisor (889 euros). No quiero un aparato nuevo. Como he dicho a la cuenta de twitter @lgespana en algún momento, este desembolso podría llevarse a cabo mediante la presentación de una factura de mi parte.
Una disculpa pública de Jo Seong-Jin, CEO de LG y de Jaime de Jaraiz Lozano*, director de LG España.
La retirada del mercado de todos los modelos de LG que no cumplan con los estándares de calidad de LG o no lleven la experiencia de visionado a “un nuevo nivel”, aunque esto suponga la quiebra de este fabricante, la pérdida de miles de puestos de trabajo y la. afectación al PIB de Corea del Sur.
Que Worten despida a Kevin si es que sigue trabajando ahí.
Llevo más de un año viendo la televisión permanentemente incómodo. Y esto sucede cada noche. Aunque es posible disfrutar con cierta normalidad de series, películas y videojuegos, en todas las ocasiones puedes ver pequeños destellos de luz que se vuelven casi hipnóticos si te concentras en ellos. La mera idea de ponerme una película, una serie de calidad media o un videojuego me amedrenta y me obliga a pedir fuerza interior para reunir paciencia. Aún así, vuelvo a hacerlo cada noche porque incluso eso es mejor que recurrir a otros entretenimientos como por ejemplo leer o escribir.
Un tendero autónomo con pocas ganas de ayudar a sus clientes responderá con hostilidad o altanería ante quejas como las expresadas en este texto. Sin embargo, el común denominador de las corporaciones y grandes marcas hacia sus clientes es una indiferencia camuflada bajo capas de educación y diplomacia guionizada. No hay comunicación, entendimiento o piedad. Solo una aplastante indiferencia que les permite ahorrar millones y millones de euros al año en reclamaciones. Su ineficiente amabilidad está pensada para aburrirte.
No es la maldad lo que determina la relación de las corporaciones con la gente del mismo modo que una avalancha no tiene interés alguno en arrasar una villa entera cuando se desliza por una montaña, sino que se rige por unas reglas físicas de las que ningún humano es responsable.
Dada mi falta de interés por el funcionamiento de los aparatos electrónicos y mi escaso conocimiento de asuntos relacionados con la legalidad, llegados a este punto lo que me interesa sobre todo es saber si el lector se ha podido sentir identificado con alguna de las situaciones aquí expresadas. Me preocupa sobre todo parecer un demente o una persona cabreada que parece querer dar “una lección” o vengarse de una gran corporación cuando lo que estoy en realidad es más bien confuso y solo trato de entender qué se puede esperar de mí en tanto que consumidor-ciudadano-persona.
Si bien siempre he tenido la sensación de que todos los bienes de consumo que adquiero están defectuosos porque sigo siendo infeliz tras hacerme con ellos, esta vez tengo la certeza de que con el televisor es distinto y que me hace infeliz porque efectivamente funciona mal. Por primera vez intuyo que no es culpa mía. Porque márcate esto a fuego: en general te harán creer que cuando un producto no te satisface la culpa es tuya porque no has comprado un producto suficientemente caro o en suficiente abundancia.
Pocos dudarán de que mi respuesta (la promesa de perseguir en Twitter, único campo de batalla que pueda abarcar, a LG España) es legítima y está moralmente justificada. Pero seguramente muchos creerán que mi reacción es histérica, infantil y desmedida. Creo que asumir esto solo nace del hecho de saber que cualquier reacción es infructuosa y por tanto solo la inacción es una respuesta adulta, racional y sosegada. Yo creo que aún sabiendo que mi lucha no merecerá la pena y de que tengo dinero suficiente para vender este televisor o comprar otro o incluso paciencia suficiente para asumir que mi televisor funcionará mal siempre y que no puedo hacer nada para evitarlo, para mí resulta interesante e incluso obligatorio desde un punto de vista ético y humano no rendirme. La pataleta, la ira y la locura desmedida pueden ser la única respuesta racional ante una situación de injusticia de dimensiones no-humanas.
Lo que resulta sobrecogedor de mi experiencia (de mi work in progress podríamos decir) es el efecto que mi actividad tiene sobre otras personas. Lo que más me entristece no es lo infructuoso de mis comentarios, ni el hecho de que mi desprecio a LG se haya convertido ya en un rasgo de mi personalidad. No, lo que más me apesadumbra es la ira con la que otros seres humanos (potenciales clientes y víctimas de LG) ridiculizan mi actitud, considerándola un auténtico atrevimiento ante un orden establecido inamovible. No creen que yo esté siendo simplemente pueril, llorón o tonto, sino que además consideran que lo mío es un atrevimiento desafiante, herético y ofensivo. No sé por qué ocurre esto pero yo no voy a parar nunca.