Os escribo para informaros de que he decidido irme a las montañas y para rogaros encarecidamente que no vengáis a buscarme. Vuestro mundo me asusta y me confunde. Voy huir río arriba como un loco hasta perderme en el bosque y los riscos y olvidarme de vuestra civilización llena de restaurantes, inspectores de Hacienda y oficinas
Me voy a ir a las montañas de verdad, donde nadie podrá encontrarme para pedirme que trabaje o que pague impuestos o para pedirme que baje la música.
No me conformaré con irme “un poco” a las montañas, sino que cuando el taxista me diga que ya no puede avanzar más me bajaré del coche y caminaré 2 o 3 minutos más y me adentraré bastante en la espesura, dejando la civilización atrás para siempre.
Las montañas son traicioneras y difíciles pero también generosas, así que creo que mi adaptación será extremadamente rápida y sencilla, por lo que os pido que no vengáis a buscarme. Si intentáis convencerme de que vuelva a la sociedad será inútil porque olvidaré enseguida el lenguaje humano y mientras vosotros tratáis de razonar conmigo yo diré cosas como “gru gru gru taza gru gru autobús” (recordaré palabras al azar pero habré olvidado su significado) y os lanzaré heces frescas sacadas directamente de mi ano.
Efectivamente, siempre reservaré una pequeña cantidad de caca en el recto para poder acceder a ella de forma inmediata y usarla como proyectil defensivo si alguien trata de encontrarme. Sé que es repugnante pero así es la vida salvaje y para mí será lo más normal del mundo.
Os aviso: una vez llegue a las montañas, pienso vivivr completamente desnudo.
Vuestras ropas no me gustan y no me quedan bien. Nunca he encontrado pantalones de mi talla. Vuestros patrones me oprimen o, mejor dicho, me van grandes. Tampoco entiendo por qué la industria de la moda está tan empeñada en que en mi camiseta haya palabras sueltas como “Turbo”, “California”, “Surf” o “Andamios Luis”.
En las montañas no habrá ningún problema en que yo vaya desnudo porque yo ya no perteneceré a la civilización humana, sino que no seré más que un animal, por lo que ir desnudo todo el tiempo no solo estará totalmente OK y nadie se escandalizará ni llamará a la policía como me ha ocurrido en algunas ocasiones en las que he sentido “la llamada de las montañas” y me he desnudado para salir al rellano de casa o durante una reunión de trabajo.
Pensándolo bien, quizá sí que me lleve unos pantalones largos para poder caminar entre las zarzas sin sufrir arañazos en las piernas. Y también podré meterme las perneras del pantalón por dentro de mis enormes calcetines para evitar que se me cuelen insectos o mapaches y acaben en mis testículos o en mi ano.
Nunca más nadie me va a decir que a las 12 ya no puedo disfrutar de la oferta de desayuno porque solo dura hasta las 11:30 porque en las montañas no existen horarios.
No soy tonto: sé que en las montañas no hay muchísima comida y que probablemente empiece a pasar hambre cuando se me acabe el paquete de galletas que me voy a llevar y que he calculado que me durará tres días, pero también sé que hay muchos árboles y, por mera estadística, alguno de esos árboles dará peras o nectarinas que yo podré comerme completamente gratis. Y además, muy pronto habré olvidado el sofisticado sabor de los alimentos humanos y me alimentaré de raíces, bichos, piedras, latas viejas y cualquier cosa que encuentre.
Os voy a dar mucha envidia viviendo en las montañas porque allí no hay tantos fascistas. Excepto los domingos, cuando suben a cazar jabalíes y a practicar con sus pistolas, pero al menos los veré de vez en cuando y no a todas horas. Y confío también en que una vez esté en las montañas nadie más intente que me cambie de compañía del gas, dado que cogeré el gas que encuentre allí, en el suelo; pues tal será mi grado de autosuficiencia.
Con el tiempo, quizá conozca a alguna buena mujer que también haya huido a las montañas y tengamos hijos, aunque eso suponga dar a luz en condiciones higiénicamente inadecuadas y ella muera en el parto. Estaré tan triste por ese evento que me veré obligado a permanecer en las montañas aún más tiempo, a modo de duelo, avergonzado.
Sé que digo esto cada lunes, pero esta vez va en serio. Me voy a las montañas y no hay nada que podáis hacer para impedirlo, decídselo a mi jefe.
Mientras tanto, si veis a mi actual mujer decidle, por favor, que estoy en las montañas y que venga a verme lo antes posible y que traiga hielo, 178 pilas alcalinas y los números de la revista Tapas que hayan ido llegando a casa en mi ausencia.