Jeff Bezos recibe un paquete sorpresa en su casa. El paquete le llega en menos de siete minutos mediante el servicio «Dron de
Guerra Nazi».
El paquete le llega a Bezos en buenas condiciones, aunque el dron lo deja en la puerta de la reja de la mansión y no pregunta el DNI a su perro guardián Homófobo (ese es su nombre), que intenta despedazarlo. Así que puntúa el servicio «Dron de Guerra Nazi» con un 2.
Al abrir el paquete, Bezos descubre que le han enviado una maldición que estaba de oferta con un 43% de descuento. La maldición posee a Bezos haciéndole trabajar durante una semana en uno de sus propios almacenes.
Bezos conoce la realidad de los trabajadores de la empresa que fundó y de la que es el máximo accionista: las jornadas intensivas, las exigencias por cumplir unos objetivos desproporcionados, el cansancio, el uso de patines, patinetes o triciclos para poder ir más rápido por los largos pasillos del almacén, el tener que mear en una botella y hacer caca en un sobre de cartón que luego se guardan (tanto la botella como el sobre de cartón) en el bolsillo de la chaqueta y envían al final de la jornada a su propia casa con el servicio Premium (que les descuentan de la nómina) para luego tirar al váter el pipi y la caca… La plantilla está harta y Bezos descubre los planes de algunos empleados para sindicarse y reclamar mejoras.
Al final de la semana, tan de repente como la maldición en oferta cayó sobre él, Bezos vuelve a su vida normal convertido en alguien nuevo.
Decide poner más cámaras de seguridad y despedir a quienes están promoviendo la idea de sindicarse. Acelera el proceso de construcción de robots con ruedas que no tengan necesidad de beber, de comer ni de hacer pipi ni caca para sustituir al personal humano lo más rápido posible y que, de esta manera, nunca haya más quejas de ningún tipo.
Fin
