Papá Noel existe. Es el hombre anciano y afable que conocemos por Coca Cola. A su edad, ha visto muchas cosas, pero siempre se ha mantenido al margen en lo que respecta a los grandes asuntos mundiales.
Sin embargo, en los últimos tiempos Noel está experimentando en sus propias carnes las consecuencias de los males humanos. El cambio climático está llevando a Laponia a una situación catastrófica. El deshielo está arrasando aldeas, extinguiendo animales y plantas, están surgiendo nuevas enfermedades, la población está migrando… Laponia se muere.
Noel decide reunir a los elfos para averiguar si es posible hacer algo y detener las negligencias de la humanidad. El debate pone sobre la mesa diversas actuaciones en colaboración con algunas ONG. Pero Noel decide poner en marcha algo más radical.
Su plan consiste en raptar a todos los niños del planeta. De esa forma, los padres y madres del mundo comprenderán que han de actuar YA sino quieren abocar a las futuras generaciones a un punto de no retorno calamitoso. La desaparición de sus amados hijos e hijas les hará comprender de VERDAD qué es lo que está en juego.
Como una especie de flautista de Hamelin, pero más obeso, Papá Noel pone en marcha su plan. En Laponia, un selecto grupo de elfos y algunos empleados de diferentes subcontratas se encargarán de que los niños y niñas estén lo mejor posible habilitando los almacenes de juguetes y otros edificios de distribución con literas y áreas comunes.
Finalmente, tras muchas charlas, Noel (y tras la insistencia de sus consejeros elfos) decide que solo raptará a niños y niñas de entre 5 y 10 años (lo que supone alrededor de un 20 % de la población mundial). Con esto no se saturarán las instalaciones y tampoco se complicará la logística de los secuestros.
Todo el plan, que recibirá el nombre en clave de «Ángel de Nieve Obeso» (ANO), se ejecutará minuciosamente la misma Nochevieja. En todas las comunicaciones se evitarán las palabras «rapto», «secuestro» o similares. En su lugar se utilizará «sustracción preventiva feliz».
El día D a la hora H se despliegan todos las unidades de elfos y Papá Noel coordina la operación. Se utilizan renos supersilenciosos y superrápidos, juguetes cebo, gas somnífero y pistolas táser (aunque estas para casos extremos).
Hay algunas complicaciones y los elfos abortan diferentes «sustracciones preventivas felices», pero en general la operación ANO obtiene un 97 por ciento de éxito: 1 581 541 611 niños y niñas son llevados a las instalaciones de Laponia.
A los pocos días, algunos niños intentan escapar, y un elfo, un poco borracho, dispara a un niño y lo mata. Papá Noel se da cuenta de que lo que pretendía ser un acto de concienciación para las generaciones futuras está poniendo en peligro su reputación y popularidad.
Se producen diversas conversaciones muy tensas entre Papá Noel y algunos elfos. Noel llega a reunirse con presidentes de diferentes gobiernos, que negocian la liberación a cambio de ciertas medidas voluntarias y la promesa de nuevas reuniones a corto plazo para revisar los acuerdos de no obligado cumplimiento en la prevención del cambio climático.
Papá Noel se aferra todavía más a la idea de que la operación ANO es la única manera de salvar la Tierra. Incluso amenaza con hacer explotar una serie de bombas colocadas en las instalaciones donde duermen los niños en el caso de que haya algún intento de asalto militar. Los elfos (excepto un par) desconocían este hecho. Papá Noel va a por todas.
Más adelante, uno de los elfos, un subordinado que trabajaba en el almacén empaquetando regalos y que ahora se encarga de las guardias nocturnas llamado Chocolatito, se da cuenta de que algo raro pasa. Papá Noel ordenó instalar en los edificios, además de las bombas, una gran cantidad de cámaras por motivos de seguridad. Cada 24 horas han de borrarse las cintas, pero parece que Galletita, el encargado de esta tarea, está recibiendo órdenes de otro tipo.
En la caseta de vigilancia, Chocolatito encuentra un túnel secreto que conecta con una especie de almacén subterráneo. En él hay una gran colección de copias de vídeos. Hay una gran pantalla de televisión y un viejo reproductor. Chocolatito coloca una de esas cintas al azar y lo que ve le hace vomitar.
Las imágenes muestran a algunos niños y niñas duchándose. En otras películas aparecen niños en torno a los diez años que, creyendo que nadie les mira, se dedican a explorar sus cuerpos. En todas las cintas solo hay eso, cortes de desnudos y prácticas inocentes de descubrimiento sexual empalmados unos detrás de otros. Horas y horas de un contenido que, a ojos de un elfo como Chocolatito, es aberrante y prohibido.
Por si esto no fuera poco, Chocolatito se da cuenta de que muchos de esos vídeos no son de las instalaciones en Laponia, sino de los hogares de los mismos niños. Parece ser que Papá Noel, cuando entraba en las casas la noche de Navidad, realizaba grabaciones mientras los niños dormían, los acariciaba e, incluso, se masturbaba…
El remate del tomate llega cuando, al apoyarse en una pared, esta cede y Chocolatito encuentra otra sala llena de juguetes, en medio de la cual hay una cama redonda. En un armario, junto con artilugios sexuales variados, disfraces de distintas tallas pequeñas y otros tantos para alguien con una XXXXL.
Chocolatito se pone en contacto con otros elfos que no están de acuerdo con cómo se están desarrollando los hechos y les cuenta todo. Jengibre, Escarcha y Elfito, entre otros, deciden avisar a los gobiernos. Infiltran información relevante a varias agencias de investigación e inteligencia. Quieren que rescaten a los niños lo antes posible. Ellos ayudarán desde dentro. El asalto se producirá dos días después.
La noche siguiente, Papá Noel reúne a su equipo para hacer una pequeña fiesta. Está contento. Cree que los gobiernos cederán pronto a sus exigencias. El mundo va a convertirse en un lugar mucho mejor.
Es la comida están invitados algunos niños y niñas a los que Noel parece haber cogido un cariño especial. Los acaricia y les da besos. Antes Chocolatito veía eso como un acto inocente, pero ahora conoce la terrible verdad.
Mientras comen, entre risas y música navideña, Papá Noel saca una ametralladora militar hinchable de 112 cm. que está cargada y dispara. Asesina a Escarcha, a Jengibre y a otros elfos. Chocolatito, herido en una pierna, consigue escapar. Elfito les ha traicionado.
Ahora Chocolatito ha de ponerse en contacto con los servicios de inteligencia, ya que Noel planea desmantelar todo y llevarse a sus «niños preferidos» a un lugar desconocido en el Polo Norte. Los que se queden atrás, morirán al accionarse las bombas.
Los gobiernos mundiales se ponen en marcha a contra reloj. Cada segundo cuenta.
El asalto se produce de madrugada con drones, bombas de precisión y todo tipo de armamento de última tecnología.
Papá Noel escapa en el último momento con su trineo y un buen puñado de niños. En la huida un reno es disparado en la cabeza y Noel ordena a un chiquillo pelirrojo soltar el cadáver del rangífero a más de trescientos metros de altura. El niño está a punto de caer al vacío, pero de repente aparece Mandarina, uno de los elfos que siempre estuvo en contra de Papá Noel y que estaba camuflado entre los sacos de regalos.
En la pelea, Mandarina consigue liberar a varios niños, pero muere apuñalado en un ojo por el cuerno de un tricerátops de plástico.
Papá Noel escapa con el hijo del presidente de Suecia y Ophelia Morgan-Dew, la persona más joven del Reino Unido que logró entrar en la sociedad para superdotados Mensa.
Cuando parece que va a llegar a territorio inhóspito, adentrándose en la fría y espesa niebla, Chocolatito lo intercepta. Tras una cruda pelea de treinta y ocho minutos, mata a Noel con un tiro en los testículos.
La misión Toddlers Freedom es un éxito, aunque los daños colaterales se cifran en 8 825 783 niños y niñas de diferentes edades, la mayoría de continentes subdesarrollados.
Papá Noel también ha muerto (aunque no llega a encontrarse su cuerpo), así como muchos elfos, pero millones de padres reciben en sus casas y entre lágrimas el mejor regalo: sus hijos.
Chocolatito es condecorado, pero (además de cojo) ha quedado traumatizado para siempre. Viaja por el mundo dando conferencias en las que intenta convencer al mundo de que el futuro de la humanidad sigue dependiendo de actos consensuados y valientes.
Tras una reunión en el Monte de Davos especialmente intensa, en la que recibe los aplausos de los hombres y mujeres más poderosos del mundo, Chocolatito toma consciencia de que nada de lo que está haciendo servirá. Quizá, en cierta manera, Papá Noel tenía razón…
Borracho, sube a la habitación de su hotel, y tras beber un poco más, se mete en el ascensor. Desde la azotea y a la luz de la luna, contempla cómo cae la nieve. Algunas de esas siluetas en la oscuridad le recuerdan a sus amigos elfos que murieron. Otra es más grande y panzuda, y parece reír cuando el viento agita las copas.
Tras un último trago, Chocolatito se lanza al vacío.
Un plano final se centra en su rostro, en cuyos ojos abiertos hay lágrimas congeladas. En esas lágrimas se refleja alguien que aparece entre los abetos. Tiene una barba larguísima que le llega hasta los pies, está demacrado y viste una ropa blanca y roja algo rota, sucia y que le va demasiado grande.
Tras pisar la cabeza de Chocolatito, la figura se dirige hacia el edificio donde continúa la fiesta de los líderes mundiales. Entre sus manos, una ametralladora hinchable de 112 cm.