Quizás no he elegido el título apropiado porque ya sabemos que los petardos son el mal y hay que evitarlos. Pero tengo que hacer balance de las navidades, y es que yo me llamo Belén (que no la llamen Belén, Belén).
Todo empezó el día 24 a primera hora. Poniendo la mesa con mi prima, el gordo salió temprano este año. «Pásame esa fuente, Belén». Desde el otro de la mesa su hijo de tres años empezó a cantar bajito (campanas de Belén). Y esa misma tarde, mi otro primo hizo la gracia de dónde podíamos quedar (en el portal de Belén).
Y eso que en mi familia están concienciados, porque son ya muchas navidades juntos. Normalmente vamos a ver el «nacimiento» de la iglesia. Se montó un «lío» tremendo (no se armó el Belén). Apenas entonamos villancicos, al menos conscientemente o en voz alta.
Pero algunos años aparece el amigo de mi tío, aquél que no tiene familia. Mi hermano trae una nueva novia. Mi tía Hortensia actúa con el coro del pueblo. Alguna prima nos obliga a ir a la actuación del niño (a Belén pastores).
Este año ha sido el peor desde que tengo memoria. Murió el vecino de enfrente en noviembre y mi familia se sintió obligada a invitar a doña Encarna a la cena de nochevieja. Que no empiece el año sola, la pobre. Y yo ya había encadenado varios desagravios además de los ya mencionados (vamos a Belén que mañana es fiesta y al otro también) y ya avisé que no aguantaría ni uno más. Parecía que había pasado lo peor. Pero doña Encarna llamó al timbre a las nueve menos cuarto de la noche. El destino quiso que yo fuera la persona más cercana a la puerta. Doña Encarna llevaba un jersey navideño, aparentemente tejido por ella misma. Me vi obligada a decir que era muy bonito. Esto debió activar un mecanismo automático en doña Encarna que dijo: “Muchas gracias..
Belén
Campanas
De… “
No pude dejar que terminara la frase. «¡Venga un momento hacia aquí, doña Encarna!
Hacia
Belén
Va
Una
Burra
Rin, rin.”
