Crítica del Regional Exprés 83749 de València Nord a Barcelona – França

El lunes me subí al tren ilusionado. Había escuchado algunas opiniones, pero quise corroborarlas en persona.

Las sensaciones iniciales no defraudaron a las expectativas:

– Mucha gente.

– Un olor a cerrado tan fuerte que podía palparse.

– Un chicle de melón de una semana de antigüedad rodando por el suelo del vagón.

Una obra es brillante cuando parece que no cuesta trabajo hacerla. Y, en efecto, parecía que nadie había trabajado en el mantenimiento del vagón.

De cara a la mitad del trayecto subió una familia numerosa. El hijo (8) se pasó una hora siguiendo al revisor en silencio. La hija pequeña (4) llevaba chupete y veía TikToks de experimentos caseros. La hermana mayor (9) tuvo como highlights:

– Ver una montaña con niebla y exclamar: “la puta nieve, papá, nos come”.

– Dar una voltereta por el pasillo esquivando el chicle de melón mientras tarareaba la banda sonora de Piratas del Caribe creyendo que era la de Indiana Jones.

– Cuando su padre le dijo que se portara bien, ella le contestó: “ya tienes 40 años, eh”.

En el último tercio del viaje la trama dio un vuelco cuando apareció de repente el hijo corriendo sin camiseta. Se colgó del estante de las maletas y se puso a hacer dominadas hasta que se le resbaló la mano y cayó encima de un tetrabrik de zumo tropical de dos litros, que explotó y manchó de arriba abajo a la madre.

Se hizo el silencio.

La madre cargó el brazo hasta un extremo caricaturesco y menuda hostia le soltó.

Tremendo soplamocos.

Se calló hasta la maquinista.

La madre lo dejó K.O. Fuera de juego. Derrotado por el Taj Mahal de los guantazos.

El niño no lloró, porque todavía estaba digiriendo reverenda galleta.

Ha pasado una semana desde aquello y todavía me dan escalofríos de emoción. Un cosquilleo recorre mi espalda cuando recuerdo el ¡PLAS! del aplauso facial. La hora y veinte minutos de aplausos que le dieron a Plácido Domingo en 1991 condensados en un sopapo concreto.

Una bofetada épica, descomunal, dulce y matizada. Un manotazo cargado con meses de pasivo-agresividad cotidiana. Una torta para enmarcar.

El hostión que emocionó a SuperNani.

Como si de una manzana en la cabeza de Newton se tratara, esta castaña me abrió los ojos y tuve un pensamiento que jamás tuvo nadie antes: ¡Qué afortunado me siento de viajar con Renfe!

10/10

Jorge Heredia
Jorge Heredia
“Jorge Heredia (Castellón, 2000) tiene formación de guionista, humanista y actor. En contra de lo triplemente esperado, nunca ha probado los porros”.

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