A quien quiera que lea esto, soy Trancas, una de las entrañables hormigas de «El Hormiguero» y escribo estas líneas para que quede constancia de la complicada situación en la que me encuentro en caso de que me suceda algo grave.
Todo comenzó hace un par de semanas cuando el Grupo Planeta me encargó que escribiera una novela. Se mostraron muy entusiastas y me dijeron que iba a ser la ganadora del Premio Planeta del año que viene. Me sentí muy halagado y les dije que siempre me había gustado escribir, pero que no creía que mi primer intento en este campo fuera a alcanzar un nivel tan elevado como para recibir un galardón de tanto prestigio. Sin embargo, resultó que lo que yo había entendido como un elogio, una apuesta por mi talento, no era tal cosa. La empresa me comunicó que el libro que escribiera iba a ganar con total seguridad el próximo Premio Planeta, así que ya podía ser bueno porque no querían volver a hacer el ridículo como con Juan del Val.
De repente empecé a sentir un fuerte dolor en el pecho. Les contesté que era demasiada presión, que no podría hacerlo, jamás he escrito nada serio. Si solo soy una simple marioneta, por el amor de dios. Insistieron en que no había otra posibilidad, yo era la única opción. ¿Cómo era posible? ¿No podían llamar a un escritor de verdad? Me explicaron que no, que el ganador tenía que ser alguien de la empresa porque el premio es bastante jugoso y no están las cosas para andar regalando dinero a gente de fuera, que esto no era una subvención de esas del Perro Sánchez.
Ya me estaba costando respirar. No conseguía entenderlo. Además, ¿por qué yo y no, por ejemplo, el jefe, Pablo? Al parecer no podía encargarse de eso porque estaba escribiendo una novela a cuatro manos con Sergio Ramos con el objetivo de ganar el premio Nobel de literatura. ¿Vicente Vallés? Me explicaron que insiste en utilizar personajes reales del mundo de la política en escenas violentas e, y cito textualmente, «impublicables» en todo lo que les envía. ¿Y Barrancas? Según los informes que manejan mi popularidad duplica los números de la otra hormiga. Yo qué sé, ¿el Monaguillo? No hizo falta que contestaran. Hasta yo me di cuenta nada más decirlo, pero estaba desesperado.
La cosa se puso tensa y me exigieron que dejara de poner pegas, que ya estaba todo decidido, pero yo no podía dar mi brazo a torcer y seguí protestando. Fue entonces cuando recurrieron a las amenazas. Si no entregaba un borrador en dos meses, despedirían a Juan, la persona que se mete debajo de la mesa y hace que yo cobre vida. Contratarían a alguien que pusiera la misma voz y en el programa ni se notaría el cambio, pero yo desaparecería para siempre ya que solo existo cuando él se mete ahí.
De hecho, ese es el principal problema, solo dispongo del tiempo del programa para escribir la novela. Bueno, de los ratos en los en los que no estoy riéndome de los chistes de Pablo o jugando con el invitado a culo o codo. Mi única baza son los tramos de anuncios, que todos sabemos que son generosos en nuestra cadena, pero, aun así, no creo que sean suficiente para tener algo presentable en dos meses.
He intentado comunicarme con Juan por medio de notas que dejo en sus bolsillos durante el programa para que me eche una mano y para evitar que lo despidan, pero o no se entera o no le importa. Así que estoy solo en esto. No sé si lo lograré. Ni siquiera sé si podré soportarlo. Me la estoy jugando a cara o cruz. Si sale bien, éxito y dinero, si sale mal, la muerte. Al menos ya sé de qué va ir la novela. Trata sobre el amor imposible entre una actriz famosa y un pobre títere que conoce cuando acude a un programa de televisión de éxito. Una historia romántica con toques de realismo mágico. Se va a llamar «Un corazón de felpa para Chloe».