La decadencia de las relaciones tradicionales es una realidad. La gente ya no es capaz de encontrar su media naranja en un mercado sobresaturado de mitades pochas disponibles, y si la encuentran, les dura menos que un paquete de fresas fuera de la nevera. Eso o intentan encajar con varias mitades a la vez sin que las demás lo sepan, hasta que una de las mitades se entera, se chiva a las otras mitades y todo se va a la mierda. Y vuelta a empezar. Vuelta al supermercado del amor.
Para que quede claro, no estoy hablando de frutas, estoy hablando de relaciones de pareja. Relaciones de pareja que ya no son lo que eran.
Mucha gente piensa que ha sido por culpa de la mercantilización del individuo a través de las apps de citas, otros por todas estas nuevas maneras de quererse, como el poliamor o las relaciones abiertas, y otra gente sabe la verdad. Gente como yo.
¿Sabéis cuándo empezaron a desaparecer las relaciones tradicionales? Cuando una persona pudo pedir una pizza de dos sabores en un restaurante. Hacer mitad y mitad lo cambio todo. Antes necesitabas una pareja para poder comer media prosciutto y media carbonara. Ahora no. Ya no hace falta comprometerse con nadie, porque existen los combos de sushi que vienen con makis, nigiris y sashimis. Todo en uno. Palillos incluidos. De hecho, hay gente aprovechando los 2×1 en las apps de comida a domicilio para comérselo a solas. Gente como yo.
Porque de eso iba las relaciones antes, de compartir. De compartir platos en restaurantes ¿Por qué creíais que la gente se echaba pareja? ¿Por amor? No, para probar más platos cuando se salía a comer fuera. A tu abuelo no le gustaba tu abuela, a tu abuelo le gustaba el rodaballo al horno y el conejo al ajillo. Por eso salía con tu abuela, para poder comer las dos cosas y no tener que elegir. Bueno, de entre todas las abuelas disponibles, eligió a tu abuela, así que algo sí que eligió, pero ya me entiendes, gracias a la gula de una persona estás aquí.
Y es que las relaciones se han transformado al ritmo que se ha transformado la cocina. De hecho, la alta cocina ha fomentado esta ruptura en las relaciones tradicionales haciendo platos cada vez más minúsculos y difíciles de compartir. Ya no necesitas una pareja para disfrutar de un restaurante Estrella Michelín, solo necesitas tiempo y dinero, cosas que más tienes cuando, casualmente, estás soltero.
Seguramente estés leyendo este artículo y pienses que no hace falta ser pareja para compartir plato con otra persona y sí, tienes razón ¿Pero te has planteado el tipo de relación que tienes que tener con alguien para pedirle compartir plato? Ojo, no entrante sino un menú completo. Posiblemente, si eres capaz de compartir un primero y un segundo con una persona, podrías compartir muchas otras cosas, como la crianza de un hijo, una hipoteca o un proyecto de vida. Tenéis más cosas en común que querer probar los mejillones a la marinera y el steak tartar. Amigo o amiga, date cuenta. Da el paso.
Lo que quiero decir con esto es que tú en una primera cita no compartes un primero o un segundo. Como mucho compartes el postre y si todo va bien una ETS.
Y es que estamos probando a las personas como quien prueba platos en un restaurante. Y sí, quizás necesitemos probar antes toda la carta para saber cuál es el que más nos gusta, pero quizás, llegado el momento, sea demasiado tarde para repetir plato o nos hayamos dado cuenta de que lo que realmente nos gustaba comer eran las fresas que dejamos fuera de la nevera.