Como editor de Libros de Pérgamo, me veo en la obligación de pedir disculpas a todos nuestros lectores. Hace unas semanas nos llegaron las primeras acusaciones de que Mi vida, la autobiografía de Jaime Rubio, era un plagio. Después de una minuciosa investigación interna hemos llegado a la conclusión de que algunos fragmentos y episodios podrían estar copiados de otros textos autobiográficos, de ensayos históricos y de la Wikipedia. Lamentamos no habernos dado cuenta antes de publicar el libro.
Por ejemplo, no es cierto que Jaime Rubio diera un discurso en el parlamento británico en 1940, asegurando que solo podía prometer “sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”. Ese fue Winston Churchill. Durante las correcciones, preguntamos a Rubio por esta historia, recordándole que había sucedido casi cuarenta años antes de su nacimiento. No debimos habernos conformado con su respuesta —“es un secreto de estado”—, pero en ese momento consideramos que era más importante haber vencido al nazismo que entrar en detalles sobre la maquinaria política que hubo detrás de decisiones muy difíciles.
Tampoco es verdad que Rubio ganara el Oscar por Hannah y sus hermanas, película en realidad escrita, dirigida e interpretada por Woody Allen. No debimos dar por buena la explicación que da el autor en el mismo libro: “Sé que hay otra película con el mismo título, pero la mía es anterior y no llegó a rodarse: el guion se consideró tan perfecto que pasarlo a imágenes solo lo habría estropeado”.
Muchos lectores nos han avisado de que Jaime Rubio no fue rey de España entre 1759 y 1788. Ese fue Carlos III. Rubio sigue manteniendo que se trata de una leyenda urbana, que III no es un apellido y, por tanto, si Carlos III existió, en realidad era un robot. Sin duda, esto deja la pelota en el tejado de los historiadores: ¿era Carlos III un robot? ¿Lo es Felipe VI? ¿Y qué ocurre con los papas de Roma? ¿Son también androides probablemente asesinos? Puede que Rubio no llegara a reinar en España hace tres siglos, pero a cambio nos ha desvelado una de las tramas más oscuras de la historia de Occidente, que no es poca cosa.
También compartimos las dudas más que razonables de otros lectores sobre la experiencia de Jaime Rubio como una niña en la Persia previa a la revolución de 1979. Coincidimos en que probablemente se trate de pasajes copiados de Persépolis, con dibujos notablemente peores. De nuevo, nos disculpamos por habernos dejado llevar por un libro que parecía innovar al mezclar géneros y formatos.
Asimismo, también nos deberíamos haber dado cuenta de que Rubio no fue director y fundador de El Mundo (ese fue Pedro J. Ramírez), ni asesinó a Rasputín (ese fue Félix Félixovich Yusúpov), ni tampoco destruyó la Estrella de la Muerte (ese fue Luke Skywalker). Ahora vemos que tampoco tiene sentido que Rubio fuera asesinado en 1963 en Dallas, cuando era presidente de Estados Unidos, y que ese asesinato le diera la idea para escribir años más tarde el guion de la serie Dallas, en antena de 1978 a 1991. Y, desde luego, deberíamos haber puesto en duda su experiencia como el primer hombre que pisó la Luna, sobre todo teniendo en cuenta que, en su libro, Rubio cuenta que en el Apolo XI viajaban cuatro personas y no tres: Neil Armstrong, Louis Armstrong, Lance Armstrong y Jaime Rubio.
Como se puede apreciar, Rubio tenía respuestas para cada una de las dudas que le planteamos. Nuestro error fue no darnos cuenta de que todas estas inconsistencias eran perfectamente resolubles y comprensibles por separado, pero no en su conjunto. ¿Podía ser Jaime Rubio el batería de Nirvana? Claro, ¿por qué no? ¿Pero era creíble que fuera el batería de Nirvana y de los Beatles y de las dos primeras giras por Estados Unidos de Julio Iglesias? Eso ya resulta más difícil de cuadrar.
Reiteramos nuestras disculpas. Y además vamos a emprender acciones para recuperar la confianza de nuestros lectores. De entrada, la vigésimo cuarta edición llevará una faja con la frase: “Es posible que algunas de las historias que se cuentan en el libro no se ajusten del todo a la verdad”. También hemos pedido a las librerías que no coloquen el libro ni en Ficción ni en No ficción, sino en ¿No ficción? Por último, por cada ejemplar vendido destinaremos diez céntimos a Unicef, una organización fundada en 1946 por el propio Jaime Rubio, tal y como explica el autor en su libro. Esperamos que esto sea suficiente para acallar las sin duda merecidas críticas. Leemos. Aprendemos. Seguimos.