Día 1: Esta mañana he llegado a la capital del reino. He vagado por la plaza del mercado todo el día. Hay rumores de que el Lord Gobernador no ha vuelto todavía de la cacería en el Bosque Real. Por lo demás, ya he tenido mi primera experiencia desagradable en la gran ciudad: he visto a un hombre que se destacaba entre la multitud. Por sus vestimentas y equipaje parece un héroe venido de otro reino. Se ha chocado conmigo a toda velocidad, y cuando me he girado y le he increpado “¡Eh, ten cuidado! ¡Mira por dónde vas!”, el hombre ha seguido a la carrera sin hacerme caso.
Día 4: He vuelto otra vez a la plaza del mercado. Aunque se ve mucho movimiento por las calles, las tiendas abiertas son las menos. He entrado en un puesto de pociones y no he visto que su dueña hiciera mucho negocio: los lugareños entran, recorren las estancias, y vuelven a salir sin llevarse nada.
Día 7: Hoy he vuelto a ver al forastero en la plaza del mercado. Esta vez se ha acercado hasta mí andando, de forma tranquila. No soy una persona que recuerde las ofensas, así que he decidido conversar un poco con él. Para romper el hielo, le he informado de que hay rumores de que el Lord Gobernador todavía no ha vuelto de la cacería en el Bosque Real. Tras unos segundos de incómodo silencio, he añadido que, si busca la tienda de pociones de Martha, está en el puesto a la derecha del puente levadizo. El héroe se ha alejado de mí sin decir palabra. ¿Acaso desconocerá nuestro idioma?
Día 8: ¿Por qué le di la dirección de la tienda de Martha? El hombre no me había preguntado nada. ¿Será porque desde que he llegado es la única tienda que visito regularmente, varias veces cada día? ¿Y cómo supe que el nombre de la dueña es Martha, si nunca he intercambiado una palabra con ella?
Día 15: Días tristes. Echo de menos mi casa. Todavía no he hablado con la dueña del puesto de pociones. A decir verdad, todavía no he conversado con nadie, pero es que aquí nadie habla con nadie. Cada persona deambula solitaria, sin ganas de interactuar, preocupada solo por sus propios asuntos, indiferente a la vida del resto. La ciudad es un entorno hostil.
Día 29: Hoy he intentado salir al Bosque Real para ver si volvía la partida de caza del Lord Gobernador. Ha sido en vano. Al llegar al final de los puestos, he intentado salir de la plaza a través de un arco. Justo entonces he empezado a sudar y a sentir náuseas. No había una barrera física que me cortara el paso, pero me ha sido imposible atravesarlo. Me he mareado. Cuando he recuperado la conciencia había vuelto a mi ruta habitual.
Estoy condenado a permanecer dentro de esta plaza, rodeado de personas con las que no me es posible comunicarme.
Día 36: Ayuda, por favor. Me ahogo. Me ahogo. No lo soporto más. Cada día me levanto, recorro los mismos puestos una y otra vez, me cruzo con las mismas personas que me miran sin verme, todas idénticas, todas sin alma. Me gustaría quedarme en el lecho y no salir de ahí nunca más, pero un ímpetu cruel me obliga a llevar mis pasos a la plaza del mercado y al puesto de pociones. ¿Es solo esto la vida? ¿Qué sentido tiene mi existencia? Quiero gritar, pero algo me lo impide. Necesito alguna respuesta, o si no me voy a volver loco.
Día 70: Hace ya unas semanas de mi último ataque de pánico. La soledad ha dejado de ser asfixiante. Ahora aprovecho los paseos en silencio para reflexionar y meditar. He comprendido que la causa de mis desdichas está en mi deseo de vivir. No encontraré la paz de espíritu hasta que no lo extinga. El propósito de mi vida está ya escrito, no debo rebelarme.
Día 83: El Lord Gobernador todavía no ha vuelto de la cacería en el Bosque Real.
Muy buenk