He estado dos días en una casa muy normalita, yo diría que hasta pequeña, una chabola muy antigua y fea, la verdad, y ahora entiendo el nombre, porque tuvimos que poner la chimenea para no congelarnos, y eso que estamos en verano, me llevé mi comida de casa, unos macarrones con tomate Orlando y atún de lata que me había hecho la noche anterior, cené en un restaurante del pueblo muy normalito, nada más que una ensalada y unos chocos, y compré en el Covirán patatas fritas sabor jamón, un fregasuelos y servilletas de papel con mis medios, es decir, con esos 4.681 eurillos que tengo, con catorce pagas al año. Algún día me lo subo un cincuenta por ciento para recuperar el poder adquisitivo que he ido perdiendo estos últimos quince años. Pero de eso nadie dice nada.
Es que, claro, yo me pago mis vacaciones, me pago mis billetes de avión, me pago mis restaurantes. A ver si hay alguien en España que haga eso, que me enseñen a una sola persona en este país que haga eso. Que venga alguien aquí ahora mismo, se suba a este atril, me tire de los pelos y le diga a todo el mundo si se paga las vacaciones, los billetes de avión y los restaurantes con sus medios, si con mi medio de la Comunidad de Madrid casi no llego a final de mes. Venga, a ver si hay alguien, me cago en sus muertos, coño, que suba, joder, que suba si tiene lo que hay que tener entre las patas. ¿Nadie? Pues claro que no. Encima de pobre, apaleada.
¿Puede el presidente del Gobierno decir lo mismo? ¿A que no? ¿Cómo se va a pagar ese monstruo deforme y lleno de canas sus vacaciones, sus billetes de avión y restaurantes si su medio es menos que el mío? Es que tiene que ayudarle alguien, y seguro que es su mujer con los chanchullos que se maneja.
O, venga, lo voy a decir, porque todo el mundo le tiene miedo a ese dictador independentista comunista vendepatrias mamón de los cojones y nadie se atreve: pues se lo dará su suegro de lo que le robaba a las prostitutas gays en esa sauna que tenía y en donde se rodaban pelis porno, ¿no?
Me pago mi casa y si voy a unas instalaciones públicas a las que todo el mundo puede ir, dormir y echarse unos días en la piscina, malo. Si vivo con mi pareja, malo. Si hacemos el amor en la postura de la tijera suspendida al lado de la chimenea después de tomarnos unas copitas de champán Taste of Diamonds 2013 y un poquito de caviar Belga Imperial 000, malo. Si me pago un hotel con mi propio dinero para gestionar la pandemia y dejo que se mueran siete mil doscientos noventa y un ancianos, malo. Si voy a la montaña con una espada ninja, una metralleta y un bazuka a cazar linces, osos pardos, quebrantahuesos y cigüeñas negras y adorno mi comedor con sus cabezas, malo. Si entro en la casa de una mujer embarazada, hago un pentagrama invertido en el suelo, le rajo el vientre, le saco el bebé nonato y luego me bebo su sangre invocando a Lucifer, malo.
Es que no se puede hacer nada, ostias, todo el mundo me mira como si yo fuera alguien importante, y eso que me paso el día calladita y tranquila gestionando Madrid como una santa, porque sé que si hago cualquier cosa como, por ejemplo, colocar una bomba en un autobús que explotará si la velocidad baja de 50 millas por hora y Jack Traven, un oficial de policía, tiene que subirse en marcha y encontrar la manera de desactivarla con la ayuda de Annie Porter, malo.
En fin, que voy a dejarlo aquí, porque se me sube la tensión, y me ha dicho mi médico de la Quirón que tengo que relajarme y tomarme las cosas más a la ligera y, la verdad, es que sí.
Bueno, me voy ya, y si alguien quiere meterse conmigo otra vez que venga a mi casa, me la pela, tened huevos a venir a mi casa, tengo armas y no tengo nada que perder, venid, tengo armas y nada que perder, y un equipo de gatos, de veinticinco gatos callejeros, que no tienen ningún problema en arrancaros los ojos y trabajan por y para mí, y un vecino que estuvo en la guerra civil y mató a gente, venid, venid, pero con la cara destapada, venid.
